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Pedro de Tena

España necesita una sublevación moral

La España democrática nacida de la Transición no tiene quien le escriba un buen manual de supervivencia.

Andábase en los tiempos de la Expo 92 cuando entrevisté a Severo Ochoa en la barra del bar del hotel Colón de Sevilla. Había sido elegido por Manuel Olivencia para formar parte del grupo de asesores de su proyecto. Como un patricio romano, bellamente canoso y de mirada extensa como un imperio, bebía martinis secos, a lo norteamericano. Desolado por la muerte de Carmen, me disparó aquella frase que provocó un gran revuelo: "Si alguien me pegase un tiro, se lo agradecería". Tal era su falta de esperanza. Sabio sin dios, sin amo y sin nación, no tenía necesidad de simular ni de mentir ni de engañar. Intentaron que se retractara. Procuraron culpar al mensajero de una deformación. Escandalizaba que un premio Nobel pidiera la muerte a gritos en la España del PSOE por no encontrar salida razonable y apetecible a su laberinto interior. Pero, hombre cabal, reafirmó lo dicho. Dos meses después entrevisté a Serafín Núñez, alcalde de Barbate, y el caso Guerra ponía patas arriba el tinglado de Suresnes.

El PP de José María Aznar se presentaba como la única esperanza de regeneración económica, política y moral para la sociedad española. Muchos demócratas procedentes de las izquierdas fuimos heridos por la corrupción socialista, que no sólo no ha terminado, sino que se ha extendido. Volvimos los ojos hacia ese centroderecha de raíces liberales que tenía que sentar las bases de una tercera España que no dañara sino que cuidara a sus españolitos. Mal que bien, la economía se salvó, pero la política no se tocó dejando esta gran nación a merced de unos partidos gravemente enfermos. El atentado que nadie explica, el 11-M (fíjense que Francia, por mucho menos, lleva ya dos años en estado de emergencia y aquí ni se sabe quién lo perpetró), terminó con el sueño y dio paso a lo que terminaron siendo pesadillas, los años de Zapatero y la desnaturalización de Rajoy. De nuevo, en este caso, se salvaron los muebles económicos, pero nos estamos yendo a pique en lo político y en lo moral.

España no necesita agradecer a nadie de fuera que le pegue un tiro para terminar de una vez con su atribulada existencia. Tiene dentro de sí voluntarios capaces de ejecutarla sin contemplaciones. Desde la paleoizquierda decimonónica y totalitaria a un PSOE incapaz de reforma y regeneración – que sea Susana Díaz la receta parece un chiste–, pasando por el equipo de un Rajoy atrincherado en el salvémonos como podamos del barrizal en que nos hundimos, la España democrática nacida de la transición, que es la que lo sustenta todo desde su mayoría sensata, no tiene quien le escriba un buen manual de supervivencia.

Por eso es preciso que haya otros voluntarios, los ciudadanos de a pie y la sociedad civil, que nos sublevemos moralmente para hacerlo, después, políticamente. No nos merecemos esto. Pagamos, soportamos, callamos y cuadrillas de desalmados –presuntos ladrones algunos, que no otros–, y alguna otra pandilla de desnortados, llevan la nación al precipicio. Hace falta una sublevación dentro del PP, dentro del PSOE, dentro de Ciudadanos y en otros lares no ya sólo políticos sino sociales e intelectuales. Y hace falta un pacto nacional por el futuro de la democracia española donde no esté presente ninguno de los personajes que nos han llevado a la desmoralización presente. Me niego a considerar –perdóneme don Severo– que lo mejor sea agradecerle a alguien que nos pegue un tiro.

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