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Pedro de Tena

España y sus 'grillos'

Ahí están, ante nosotros, fabricando el espectáculo de la división.

El Bosco se merece la gran exposición de El Prado. Por su pintura, claro está, vibrando entre las acechantes gárgolas medievales y las metáforas alumbrantes de Dalí. Pero también porque pocos como él vieron los grillos que afectaban congénitamente a la gran España recién nacida. Antes de Felipe II, Isabel la Católica ya tuvo alguna tentación de san Antonio y se asegura que otro Felipe, el Hermoso, le encargó un juicio final, un apropiado lance para las locuras que le invadían. Grillo, según el primer comentarista en español del pintor holandés, Felipe de Guevara, era un género de pintura antigua y anómala donde se exhibían "extrañas efigies" de cosas poseídas por el infierno y sus diablos. ¿Es de extrañar, pues, que sus clientes y coleccionistas más importantes fueran precisamente los primeros españoles afectados ya por la bacteria demoníaca de la anti-España?

No sé si muchos, pero algunos creímos que, tras la guerra civil y la muerte de Franco, la nación española había tomado de una vez para siempre conciencia de sus grillos y que su transición a la democracia era el fin de sus leyendas negras y el comienzo de la España común y añorada donde cabíamos todos sin odios ni rencores en la gran Europa reconciliada. El sueño, ya inquieto desde 1981, comenzó a quebrarse en 2004, y ahora amenaza con convertirse en pesadilla. ¿Qué nuevos grillos irrumpen en una sociedad que ha vivido sin guerras ni miseria ni persecuciones fratricidas ni enfermedades incurables durante los últimos 40 años y se empeñan ahora en remover sus delirios? Ahí están, ante nosotros, fabricando el espectáculo de la división, unos por ceguera y cálculos electorales, otros por incapacidad de rectificar una trayectoria malsana, algunos kremlins, usurpadores de la indignación popular, por servicios a no sé sabe qué países ni intereses y nuevos Pepitos Grillos que predican reformas nacionales mientras tragan y tragan y vuelven a tragar regímenes enfermos como el andaluz.   

Acabado el partido de fútbol de la champion, uno de los pocos partidos que entusiasman verdaderamente a los españoles de ahora, nos queda por jugar otro, el decisivo partido del futuro de España en las elecciones del 26 de junio. Pero los grillos siguen entre nosotros. Lástima que no haya un Bosco que los pinte. No, no aquellos zoológicos de Machado que cantaban a la luna sin entender nada. Son esos otros grillos deformes y alucinantes que están entre nosotros impidiendo que la España también reconciliada por fin siga su camino. Por eso ahora más que nunca hacen falta Quevedos defensores de la nación que nos zarandeen: "¡Oh, desdichada España! ¡Revuelto he mil veces en la memoria, tus antigüedades y anales, y no he hallado por qué causa seas digna de tan porfiada persecución!". Generalizando a Luis Rosales, los españoles nunca nos equivocamos en nada, salvo en aquello que más queremos. O deberíamos querer.

En España

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