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Pedro de Tena

Franco y el PSOE

Siempre volvemos a lo mismo. Nada de examen de hechos y conductas y siempre sectarismo lejano a toda perspectiva científica e incluso de sentido común.

Se acerca el momento de la decisión de los socialistas españoles acerca de qué rumbo debe tomar el PSOE en 2017 y siguientes. Y justo es en ese momento cuando estalla, de nuevo, porque tiene detonaciones sucesivas y controladas, el asunto de la presencia de Franco y otros próceres del régimen de 1939 en el Valle de los Caídos. Cada vez que paseo por la Castellana de Madrid y veo la estatua de Largo Caballero junto al Ministerio de Trabajo me pregunto por qué se quitó la estatua de Franco que quedaba bien próxima y queda en pie la efigie el responsable del golpe de Estado fallido, pero con muchas víctimas, de 1934.

Siempre volvemos a lo mismo. Nada de examen de hechos y conductas y siempre sectarismo lejano a toda perspectiva científica e incluso de sentido común. Sigue sin aceptarse que hubo una guerra civil, que su desencadenamiento fue responsabilidad de todas las partes y que unos ganaron y otros perdieron. Punto. Y sigue sin asumirse que, desde 1976, España tiene una histórica oportunidad de reconciliación que la izquierda ridícula se empeña en perder.

Mañana tendrá lugar el debate de los tres personajes que representan hoy tres corrientes presentes en el aparato socialista, que no en la mayoría de los votantes. Susana Díaz es el aparato histórico, el heredero del Suresnes que no quiere al comunismo ni en pintura. Pero Pedro Sánchez forma parte de un nuevo aparato, el que le dio tiempo a construir a favor del neocomunismo populista, quizá con malas artes pero gracias al error Susana, que fue regalarle sus votos en las primarias de 2014. Y queda López, el helador de Portugalete, jugando ahora a la unidad y a la mesura para estupor de las víctimas, sobre todo de las socialistas, de ETA.

Al fondo, como entre las brumas de una farsa funeral de Zorrilla, estará el muerto con mejor salud de todos los tiempos, Francisco Franco. Estoy seguro de que los tres estarán de acuerdo en que los restos de Franco deben salir del Valle de los Caídos y de que, a lo mejor, incluso pelearán entre sí por demostrar quién es el mejor antifranquista. Pero los votantes del PSOE, en su inmensa mayoría desde 1982, mostraron que quieren una socialdemocracia moderada y ética para gobernar alternativamente con un centroderecha igualmente moderado y moral.

¿Cuál es el problema? Que ninguno de los tres hace las reflexiones que la sociedad española necesita sobre el pasado. Una, que España es una gran nación histórica del mundo actual, con luces y sombras, como todas las demás, que merece la pena defender y mejorar. Dos, que no es viable un socialismo exterminador del adversario, que no lo fue desde 1931 a 1939 y que, hoy, en condiciones menos primitivas y violentas, es sencillamente impensable. Tres, que, siendo la justicia un valor convivencial positivo, no puede originarse más que a partir de la libertad, de los ciudadanos, de las organizaciones de su sociedad civil y del comercio libre de sus recursos y medios en equilibro inestable corregible y compensable. Cuatro, que se ha hecho un gran esfuerzo sociopolítico –uno espontáneo, el del pueblo, y otro planeado por los gobiernos de Adolfo Suárez– para hacer posible una tercera España donde la mayoría resida en quienes la quieren construir y desarrollar, y que ese esfuerzo ha sido y es una herencia a cuidar y perfeccionar. Quinto, que hay que ser honrados y respetuosos con el dinero público, que es de todos y no de nadie.

Lamentablemente, mañana, esto es, ya hoy, tal vez asistamos a un monólogo sucesivo de quienes podrían convertir al PSOE en un cadáver, como Franco, que sonreirá en su tumba del Valle de los Caídos. O en cualquier otra en cualquier otro sitio.

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