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Pedro de Tena

La broma de la democracia interna en España

Qué España más triste, qué españoles más incapaces de distinguir a los tontos de los inteligentes y a los buenos de los malos.

En la Constitución Española de 1978, se menciona el deber de la democracia interna en algunos casos concretos y su espíritu, en general, es que todas las organizaciones existentes se ajusten en su vida interna a los principios democráticos: libertad, justicia, igualdad y pluralismo. Desde luego, menciona especialmente a los partidos políticos y también a las organizaciones sociales, tanto sindicales como empresariales. Se olvida muchas veces que asimismo subraya el deber de la democracia interna en los colegios profesionales (artículo 36) y en las organizaciones profesionales que defiendan intereses económicos propios (artículo 52). No menciona a otras muchas asociaciones a las que la democracia interna se les supone. Pero es evidentemente que ni las citadas ni las no citadas han dado ejemplo en estos años de democracia interna.

Podría elaborarse un Índice de Democracia Interna teniendo en cuenta las dificultades que tiene un candidato no perteneciente a la estructura de la organización de que se trate de alcanzar el gobierno de la misma en un proceso electoral libre. En cualquier caso que se nos venga a mente, salvo en pequeñas asociaciones donde hay buena voluntad y escaso dinero en la caja, la democracia interna es casi inexistente. Pongamos por ejemplo la reciente crisis de UGT en Andalucía, sobrevenida por el goteo inclemente de escándalos y delitos descritos por los medios de comunicación con toda minuciosidad y detalle. Nadie, fuera del aparato tenía posibilidades de ganar por mayoría suficiente en el Comité Extraordinario, compuesto esencialmente por el aparato andaluz y nadie, fuera del aparato andaluz y nacional, hubiera tenido posibilidades de ganar un congreso extraordinario, por razones económicas y por razones de composición de quienes asisten a los congresos en procesos bien viciados de elección. El resultado de la crisis de UGT ha sido más aparato al poder con una nueva operación Susana al estilo del PSOE del Sur: una mujer para simular un cambio que lo deje todo igual. "No viene a limpiar, sino a dar la cara", dijo su antecesor en el organigrama de la crisis.

En la historia hemos visto las dificultades que tuvieron Hernández Mancha, Gerardo Iglesias, José Borrell, la propia Carmen Chacón... Si el candidato no es del aparato, es imposible que pueda haber alternancia real. Si el candidato representa a parte del aparato, podría ser posible, pero con numerosas dificultades. Consecuentemente, basta con haber conquistado en una ocasión el aparato de una organización para que se dé comienzo a una satrapía que puede durar decenas de años. Cuando la prensa y/o la justicia hacen públicas porquerías internas vomitivas, repugnantes moralmente e incluso penalmente punibles, los aparatos ofrecen un espectáculo lampedusiano y todo vuelve a los cauces sumisos de quienes detentan el poder real en las estructuras.

Tal inmoralidad cívica es algo ya que se extiende al debate interno de los temas esenciales. La falta de libertad para exponer las propias ideas en el seno de estas organizaciones es democráticamente humillante. Lo que Trotsky denunciaba justamente del stalinismo en el satánico proceso que conduce del pueblo al dictador (pueblo, soviet, comité, ejecutiva y dictador) ocurre todos los días en este país, y no sólo en el PCE. Véase el debate sordomudo sobre el aborto en el PP, o sobre la disyuntiva abdicación del rey o abdicación de la monarquía, o sobre el cambio constitucional, o sobre lo que sea. Observen en el PP andaluz el debate sobre quién debe liderarlo. Silencio sepulcral hasta que el diosecillo de turno dice que se haga la luz, o sea, que se haga lo que le sale a él y su grupito de los mismísimos. Y si alguien, no sólo socialista, se mueve, no saldrá en la foto. Qué España más triste, qué españoles más incapaces de distinguir a los tontos de los inteligentes y a los buenos de los malos.

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