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Pedro de Tena

La decadencia de España

En España todo parece de cartón piedra, se rasca un poco y aparece una verdad poco limpia.

Paseando por la esplándida Ámsterdam, soleada incluso, los dioses no siempre castigan a los hombres, con todas las tiendas abiertas y con toda la gente en la calle, mantuve una bien triste conversación con un amigo holandés acerca de la decadencia de España. Horrorizado estaba por sufrir un nueve por ciento de paro mientras se asustaba ante las cifras españolas de desempleo, un veinticinco por ciento, y casi se desmaya ante las andaluzas, un treinta y cinco por ciento. Mi amigo tiene unos 30 años, una pequeña empresa, cinco empleados, y está dedicado a la caza de profesionales por el mundo entero, vivan donde vivan.

Le pregunté que cuántos espanoles contrataba y respondió que muy pocos, sobre todo vascos, algún catalan, algún gallego y algún madrileño; más que nada, contrata alemanes, ingleses, suecos, daneses, etc. Apenas españoles. Le resultaba inexplicable la actitud "imperial" de las élites españolas, que han sometido a sus ciudadanos a la ignorancia de los idiomas básicos de negocio y convivencia bajo la excusa de una estúpida superioridad inexistente desde hace siglos. Tampoco hablaba bien de su nivel universitario, ni de sus costumbres. Nada me extrañó ya cuando me dijo que la imagen de Espana estaba por los suelos en el mundo. Además de la corrupción, el problema era otro.

Se trataba, meditaba, de prestar atención a lo que importa, a lo que nos hace prosperar. Escaso cuidado de la calidad de los productos, de los servicios, de la formación, de la urbanidad; a los contratos y acuerdos, a la seriedad y, sobre todo, al cliente y al mercado. En España todo parece de cartón piedra, se rasca un poco y aparece una verdad poco limpia.

Mi amigo holandés estudia ahora chino cantonés, su quinto idioma, acaba de sacarse el permiso para instalar una sede de su empresa en Hong Kong y no descarta irse a vivir al extremo sur de Asia, desde Borneo hacia el Lejano Oriente, para seguir avanzando.

No estoy seguro de que tenga razón en todo, pero me ha invadido la tristeza desde tan sincera y cruda conversación.

En España

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