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Pedro de Tena

La democracia como suposición

Para no ser del todo improductivo, propongo la creación de una Orden de Caballeros Andantes al Servicio de la Verdad en la que el respeto a la democracia digna, el compromiso y el honor estén por encima de cualquier otro interés.

Todos hablamos de la democracia, a favor, en contra, mediopensionista o al través. Pero la democracia no es más que una suposición, o conjunto de suposiciones, que casi nunca va acompañada de hechos que la corroboren. La democracia, por ejemplo, exige la existencia del ser individual, de la persona única, dotado de necesidad, racionalidad y libertad. Más o menos, el alma cristiana, que es donde Ratzinger hizo tambalearse a Habermas explicándole que este sujeto es anterior al siglo XVIII y que tiene fundamento religioso. Racionalidad, para decidir, al menos, qué es lo mejor, esto es, qué es cuando menos lo necesario para sí mismo. Ya es rizar el rizo creer que el individuo-persona es capaz de un juicio fundado sobre qué es mejor para todos los iguales que como él se acercan a las urnas cada cuatro años. Y dados los condicionantes de todo tipo, desde genéticos a sociales (miedo incluido) es difícil creer que uno actúa con libertad al margen de todo temor, error o prejuicio.

En realidad, lo que vivimos es una cascada de órdenes caprichosas o, al menos, no fundamentadas, impactos publicitarios destinados a ese magma subconsciente que nos sostiene y, sobre todo, mentiras, es decir, afirmaciones contrarias a los hechos y a la racionalidad. En las empresas, en los partidos, en los mercados y en las escuelas y Universidades (donde la ideología ha cercenado la sabiduría e incluso la tecnología) las órdenes son caprichosas. Son porque sí, porque lo dice el jefe, el dueño o el encargado. Uno no aprende sino a obedecer, regla primera contra la libertad democrática. Comprar un coche parece un ejercicio de potencia sexual o elegir un detergente exige o bien envidia vecinal cuando no ansias de virginidad, más blanca. Y de mentiras, todas, continuamente: en el fútbol (simulaciones a go-gó), en la política, en la administración pública, en los convenios colectivos, en las huelgas (pocas veces hay urnas y DNI para que el voto sea libre y secreto)...


Había una maldición en Jerez, mi patria chica a la que los gitanos han aportado más de lo que muchos piensan y para bien, que decía: "Permita Dios, Undivé, que te mueras como los grillos". Es decir con los cuernos clavados en el vientre (lo que no sé si es cierto). Dicho de otro modo, vivimos en una sociedad que se dice democrática pero que practica el autoritarismo en todas sus formas y que no respeta en absoluto al sujeto individual, a la persona, a la que sólo en la familia, no siempre, y en pequeños círculos, aportan la lealtad y la consideración debidas. Proclamamos que decidimos racionalmente cuando pocos saben realmente acerca de los problemas y soluciones que se proponen o de las cualidades veraces de los productos que se compran. Esto es, estamos hechos de la materia de la ignorancia, en la mayor parte de las realidades, y de la mentira. Como el grillo, nos corneamos muriendo.

Ya sé, ya sé. Sólo la verdad nos hace libres. Por eso, hoy, a poco de unas elecciones, me ha dado por predicar en el desierto. Pero para no ser del todo improductivo, propongo la creación de una Orden de Caballeros Andantes al Servicio de la Verdad en la que el respeto a la democracia digna, el compromiso y el honor estén por encima de cualquier otro interés. Me apuntaría sin dudarlo.

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