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Pedro de Tena

La fuga de Alfredo

La fuga de Alfredo es una salida que gana tiempo y entretiene al personal.

La fuga de Alfredo es una salida que gana tiempo y entretiene al personal.

Uno se sorprende cuando lo que ocurre no estaba en su horizonte. Es la razón de lo inesperado. Por ello, lo que acaba de decir Rubalcaba sobre el cambio de nombre del PSOE no nos ha sorprendido a los escépticos acostumbrados a imaginar diferentes opciones para todo. Es más, lo esperábamos desde hace tiempo. En realidad, es la consecuencia lógica de una serie de hechos, políticas y comportamientos que hacen que esta banda de burócratas que hoy gobierna el partido de la honradez de 1982 tenga necesidad de cambiar su nombre. Más maliciosamente dicho, de huir de su propio nombre.

Respecto a los hechos, digamos sencillamente que ningún grupo político puede llegar hoy al Gobierno si decide defender exclusivamente los intereses de un grupo social determinado. Es una simple operación aritmética. Los obreros, entendiendo por tales aquellos trabajadores de campos, fábricas, obras y talleres con componentes manuales y escasa formación profesional e intelectual, apenas llegan ya al 25 por ciento de la población. Por ello, nunca llegarían sumar el 38-45 por ciento necesario para acceder al Gobierno en un país europeo, ni siquiera en España. Quitar la O de Obrero de las siglas es lógico (incluso en los sindicatos).

Del mismo modo, la idea de España es hoy un estorbo para el futuro de unas coaliciones ya ensayadas con relativo éxito en pasadas elecciones. Es más, como decía Ménéndez Pidal, la izquierda socialista española ha vuelto a cometer el error de dejar la tradición nacional en manos de la derecha y del nuevo centro creciente, y, claro, eso significa que lo de España ya tiene dueño ideológico y, por si fuera poco, es una idea nociva que impediría pactos con el nacionalismo levantisco, PNV, Sortu-ETA y CIU sobre todo. Rubalcaba, eso sí, debería reconocer derechos de autor al señor Zapatero. 

Digamos para resumir y terminar que la O de Obrero resulta incómoda para ese ejército de sociedades anónimas que controlan miles de socialistas empeñados en ser capitalistas, ricos y famosos (ya hay algunas listas) y que la E de España exige una autoridad moral para la cohesión, incluso del todavía PSOE, que ya no existe en esas filas. Además, la historia del partido en esa nación es francamente indigerible. No digamos nada de los últimos 30 años y su joroba corrupta insuperable. Por ello, la fuga de Alfredo es una salida que gana tiempo y entretiene al personal. 

Por tanto, sólo queda la P de Partido, que va teniendo su sinónimo en roto en vez de en organización, y la S de Socialista, que a estas alturas es término indefinible, como no sea hablando todo el día de lo público concebido como lo estatal, de escaso recorrido, precisamente, en una Europa abierta. Y queda otra E, que ya veremos y ni se sabe. O sea. 

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