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Pedro de Tena

La responsabilidad histórica del Partido Popular

Toda la responsabilidad histórica es, pues, del Partido Popular. No es fácil, pero como le dice el perro al hueso: "Tú eres duro, pero yo no tengo otra cosa que hacer".

Fue en las elecciones municipales de 1979 cuando el PSOE de Andalucía llegó al gobierno de la inmensa mayoría de los municipios andaluces, aupado por la pinza de izquierdas con los partidos comunistas, desde el de Carrillo hasta los más radicales. Luego logró hacerse con la presidencia de la Junta preautonómica y finalmente, en 1982, tras someter a centristas y andalucistas a un acoso sectario y a descalificaciones sin precedentes, con la presidencia de la Junta de Andalucía.

Un cuarto de siglo después, el PSOE gobierna en la Junta de Andalucía con mayoría absoluta y en las ocho diputaciones andaluzas, si bien con ayuda de tránsfugas del PP en una de ellas. Ha ganado las últimas elecciones municipales en todas las provincias andaluzas, salvo en Málaga. De los 770 municipios andaluces, el PSOE ha obtenido mayoría absoluta, pactada o relativa, en 499, es decir, en el 71%, si bien no ha ganado más que en dos capitales de provincia, Sevilla y Jaén.

¿Qué ha hecho el PSOE en estos 25 años de gobiernos, casi 30 si tenemos en cuenta las primeras elecciones municipales? Construir un régimen de poder, el régimen ya anticipado por Alexis de Tocqueville en La Democracia en América y que se conoce como despotismo "blando". Lo describía el francés de esta manera:

Sobre éstos [los ciudadanos] se eleva un poder inmenso y tutelar que se encarga sólo de asegurar sus goces y vigilar su suerte. Absoluto, minucioso, regular, advertido y benigno, se asemejaría al poder paterno si como él tuviese por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero, al contrario, no trata sino de fijarlos irrevocablemente en la infancia y quiere que los ciudadanos gocen, con tal de que no piensen sino en gozar. Trabaja en su felicidad, mas pretende ser el único agente y el único árbitro de ella; provee a su seguridad y a sus necesidades, facilita sus placeres, conduce sus principales negocios, dirige su industria, arregla sus sucesiones, divide sus herencias y se lamenta de no poder evitarles el trabajo de pensar y la pena de vivir.

Ese es el régimen despótico que ha construido el PSOE en Andalucía durante 25 años. Pero ha cometido tres errores. El primero de ellos fue traicionar la autonomía querida por los andaluces desde 1977, que no era sólo la autonomía administrativa de la Junta de Andalucía sino la autonomía personal de cada andaluz, la autonomía de una sociedad civil postergada y la autonomía de unos ayuntamientos empobrecidos y marginados.

El segundo error es no haber logrado sacar a Andalucía de los últimos lugares del desarrollo económico y el bienestar social en un cuarto de siglo y no haberla convertido en una región equilibrada y cohesionada. A pesar de la inmensa maquinaria de propaganda del partido de Manuel Chaves y de la Junta de Andalucía, no podrán cambiar el hecho de que Andalucía está entre las últimas regiones de España en PIB, renta disponible, salarios, pensiones e incluso prestaciones por desempleo. No digamos nada de sanidad o educación. Tampoco es moco de pavo la división interna de Andalucía entre zonas pobres y ricas. Que un 90% de sus municipios no llegue a la renta andaluza media es de aurora boreal.

 Y el tercero, haber renunciado al mensaje de la España unida y común, de la España compartida que no partida, y haberse rendido a los festejos del nacionalismo socialismo catalán, especialmente, aceptando las teorías disgregadoras y asimétricas de Maragall.

El PP, que carece de la más mínima igualdad electoral de oportunidades como reconoce todo el mundo, tiene, a pesar de todo, una misión histórica: contribuir al enderezamiento del rumbo de España mediante la consecución del cambio en Andalucía. Tiene tres banderas básicas: las libertades y su autonomía, el progreso real y la igualdad de oportunidades frente al progresismo de pacotilla y el andalucismo cabal en la España de todos.

El PP tiene la oportunidad de ennoblecer el debate político andaluz con una propuesta de potenciación de la autonomía personal, civil y municipal en el seno de una Andalucía concebida como sociedad abierta; con un programa de desarrollo económico realista y acelerado con mucho menor grado de intervencionismo y más vigor de la competencia; con un proyecto anclado en la idea liberal de una Administración Pública de moderado peso, políticamente neutral y capaz de prestar servicios eficaces y de calidad; con un plan fiable de regeneración ética y democrática de prácticas e instituciones acostumbradas a servir a un partido antes que a los ciudadanos y con un espíritu andalucista necesariamente vinculado a la España común, solidaria y constitucional.

No hay otro partido capaz de conseguir el cambio. El panorama es más grave si cabe en cuanto que los partidos minoritarios, andalucistas e Izquierda Unida, comienzan a desmoronarse e incluso pudieran desaparecer pronto de la escena parlamentaria y política andaluza. Toda la responsabilidad histórica es, pues, del Partido Popular. No es fácil, pero como le dice el perro al hueso: "Tú eres duro, pero yo no tengo otra cosa que hacer". Y, además, es urgente si se quiere evitar la consolidación de un régimen que ya ha extendido su tela de araña de manera inmisericorde.

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