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Pedro de Tena

Lecciones del 23 de Brumario

Lo del sábado en Sevilla, el 23 Brumario del Gobierno Griñán y del régimen chavista heredado, fue el principio del cambio. Se perdió el miedo. Se ha perdido el miedo, un miedo que jamás debió haber sido el ingrediente de la cultura política andaluza.

La Revolución Francesa intentó incluso cambiar el calendario. Los meses ya no se llamaron noviembre, diciembre o enero, por ejemplo, sino Vendimiario, Brumario y Frimario, por ejemplo. Nuestro día 13 de noviembre equivaldría, de haber prosperado la iniciativa, al 23 de Brumario de aquel calendario. Hace mucho, Marx escribió un famoso 18 Brumario de Luis Bonaparte en el que analizaba la ascensión al poder de Napoleón, el tercero, y consideró caricaturesca la repetición del pasado (refiriéndose a Napoleón I). El pasado sábado, Andalucía vivió un 23 Brumario, día de la "rubia roja" (Garance, una de las verduras y frutas que daban nombre a los días), que nada tiene que ver con el panfleto del alemán. Más bien al contrario. Fue el 23 Brumario de un régimen que toca a su fin.

En el capítulo VII de esa obra, Marx se refiere a la decadencia económica, política y moral de la sociedad de Napoleón III en estos términos: "En la corte, en los ministerios, en la cumbre de la administración y del ejército, se amontona un tropel de bribones, del mejor de los cuales puede decirse que no sabe de dónde viene, una bohème estrepitosa, sospechosa y ávida de saqueo, que se arrastra en sus casacas galoneadas con la misma grotesca dignidad que los grandes dignatarios...". No hace falta llamarse "Bonaparte" para tratar de instaurar un régimen despótico lleno de desprecio por la ciudadanía. Tampoco hace falta de Marx para describir sus ridículos.

Miles de empleados públicos, funcionarios y laborales, entre 30.000 y 50.000 –ninguna autoridad quiso cuantificar la asistencia, razón de sobre para sospechar que fue colosal–, desfilaron alegremente por las calles de Sevilla hasta el parlamento andaluz en protesta por un real decreto ley que pretende convertir en empleados públicos a quienes no son más que empleados de una administración paralela, oscura y sin controles (empresas públicas, fundaciones, entes instrumentales y demás sociedades e inventos). Pero en las calles latía, además, el deseo del fin de un régimen edificado en nombre de la democracia y el socialismo habiendo devenido, al final, en un régimen de amiguetes y sectarios varios incapaces de superar el marxismo leninismo original del que muchos proceden, confundiendo partido con Gobierno y Gobierno con Estado (Junta de Andalucía, en este caso) en un proceso creciente de dominación de todos los resortes del poder.

¿Cuáles son las principales lecciones del 23 Brumario del régimen andaluz? La primera, que Andalucía no está muerta. Anestesiada durante mucho tiempo por la propaganda pseudo-igualitaria y pseudo-pública de un PSOE todopoderoso y atemorizada por el sambenito elaborado ad hoc según el cual quien no es socialista es fascista o algo peor, los ciudadanos andaluces están perdiendo el miedo, un miedo incubado en las entrañas durante tres décadas, miedo real por cuanto de oponerse al estado de cosas diseñado por el PSOE a nadie le había ido bien. Esto es, fuera del PSOE ha hecho frío, mucho frío.

La segunda, es que un Gobierno que se dice democrático, sea el que sea, no puede gobernar por decreto, ignorando los más mínimos requisitos del acuerdo. No se podía ignorar a las decenas de miles de empleados públicos que han visto cómo se deterioraba la cosa pública en estos años ni se podía ignorar a sus representantes reales, unas organizaciones que han sido marginados dando paso a la auto-organización espontánea de los afectados en nuevas plataformas que darán sin duda que hablar en el inmediato futuro.

La tercera es que el prestigio de los llamados sindicatos de clase, esto es, de la peor clase, de los que suplantan a sus representados y forjan pactos injustos y lesivos para los trabajadores de la Administración ha tocado suelo. No sólo han tratado de colocar a los propios en los puestos a dedo consolidando de ese modo una Administración no neutral ni profesional sino partidaria, sino que, encima, insultan la inteligencia de todos los andaluces exclamando que todos los que se manifestaron el sábado son o de derechas o de extrema derecha.

Lo del sábado en Sevilla, el 23 Brumario del Gobierno Griñán y del régimen chavista heredado, fue el principio del cambio. Se perdió el miedo. Se ha perdido el miedo, un miedo que jamás debió haber sido el ingrediente de la cultura política andaluza y que, sin embargo, ha sido el sostén del régimen que empezó hace casi 30 años. Por vez primera, ya hay muchos que creemos que el cambio es posible y que nada está escrito.

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