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Pedro de Tena

Leopoldo López y la ilusión política española

En España hay un sector que aplaude la tiranía populista, la peor de todas porque a la dictadura política une la arbitrariedad, la pobreza y el mal gusto.

En España hay un sector que aplaude la tiranía populista, la peor de todas porque a la dictadura política une la arbitrariedad, la pobreza y el mal gusto.

En su Breve tratado de la ilusión, Julián Marías nos advierte sobre la diferencia entre ser un "iluso" y "estar ilusionado". Según María, poner ilusión en algo, estar ilusionado por algo es una expresión genuinamente española. Pues bien, el encarcelado por el gorilato rojo, Leopoldo López, ha logrado, desde su desgracia personal y política, suscitar en muchos españoles, creo yo, la ilusión. Además de su ejemplo de resistencia y libertad, López ha conseguido que Felipe González, José María Aznar y Albert Rivera hayan estado juntos y presentes en una rueda de prensa en la que se ha pedido que no miremos para otro lado, ni en Europa ni en ninguna parte, sobre la situación del preso político y han pedido su liberación.

La ilusión nos ha sobrevenido con mayor vehemencia cuando hemos comprobado que en España también es posible que representantes de la derecha y la izquierda, por usar los viejos arquetipos de la política nacional, pueden ponerse de acuerdo en la defensa de lo que nos une, que es la convicción de que la democracia es mejor sistema, a pesar de sus grietas, que el totalitarismo populista y los demás totalitarismos. Me he sentido ilusionado, por vez primera desde hace muchos años, porque quisiera creer que son posibles muchos otros encuentros si lo que realmente se persigue es el interés general, famosa abstracción tomista a la que nadie le quiere poner casi nunca carne y hueso.

Que González y Aznar hayan sido capaces de poner encima el interés general de la vida en libertad sobre sus ideas y opiniones propias, incluso sobre sus antipatías, me ha resultado reconfortante. Ya sabemos que en España hay un sector que aplaude la tiranía populista, la peor de todas porque a la dictadura política une la arbitrariedad, la pobreza y el mal gusto. Pero esa opción representa apenas, y porque se la ha impulsado interesadamente, a una quinta parte de los ciudadanos. La inmensa mayoría deseamos una democracia, eso sí, sana, decente, eficaz y nacional presente en Europa y en el mundo. Estoy convencido de que, mezquindades aparte y hemiplejias morales al margen, tal empeño es posible si se definen unos intereses generales básicos y se respetan lealmente gane quien gane.

Aunque nuestro gran Marías identificaba estar ilusionado con desvivirse por algo, otra expresión bien española, yo me conformaría con mucho menos. Lo de desvivirse ya sería casi una militancia ardorosa y el horno, calcinado por la vida y sus decepciones, ya está para más bollos. Como mucho, para expresar la ilusión en una democracia española en la que competidores competentes y de buena voluntad traten de mejor la vida presente y futura de sus ciudadanos. ¿Que soy un iluso? Bueno, es el riesgo de estar ilusionado.

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