Menú
Pedro de Tena

Manuel Olivencia

"España está por encima de las regiones. Por ello nuestro partido no defiende un Estado federal, puesto que ésta nace de la unión de lo que está separado, pero no de la separación de lo que lleva cinco siglos unido".

"España está por encima de las regiones. Por ello nuestro partido no defiende un Estado federal, puesto que ésta nace de la unión de lo que está separado, pero no de la separación de lo que lleva cinco siglos unido". Eso es lo que argumentaba el Partido Social Libera Andaluz, el único partido en el que militó Manuel Olivencia junto a otros eminentes juristas, desde Manuel Clavero a Jaime García Añoveros, antes de disolverse e integrarse en la UCD. Por eso, su nombre puede inscribirse en el no muy concurrido panteón de liberales ilustres españoles y también en el de eminentes andalucistas, a fuer de españoles, que se rebelaban abiertamente contra una reedición de la España que hacía acepción de regiones privilegiando a algunas de ellas contra y sobre las demás. Era un andaluz de Ronda, pasado por Ceuta y afincado en Sevilla. Tenía mimbres.

Es posible que para el gran público el profesor Manuel Olivencia proyecte una imagen vinculada a su pelea porque la Expo 92 de Sevilla fuera una gran muestra española regida por el Derecho antes que una vitrina partidista desgobernada por el capricho o la arbitrariedad política, como, en buena parte, terminó siendo. De hecho, el PSOE sevillano siempre le acusó de que su manía por lo legal podría hacer imposible una Expo 92 real. Y, sin duda, fue mucho más rápido utilizar el método de los amiguetes que el procedimiento de los concursos reglados y competitivos. Ya saben que meses antes de la inauguración de la Expo sevillana Felipe González destituyó a su Comisario Olivencia cediendo a las presiones de Luis Yáñez y Manuel Chaves entre otros gerifaltes del PSOE.

Pero hoy no es el momento de menudencias. Permítanme destacar dos elementos de su vida: La muerte de dos de sus hijos y su relación pasional con el Derecho. No es fácil resistir la muerte de un primer hijo, Javier, de tres años. Más si cabe tiene que ser mantenerse de pie tras la muerte de otro de 52 años y compañero de bufete, Luis Olivencia, liberal como su padre y bien hostil al régimen de cosas imperante en Andalucía desde 1982. Es posible que la entereza de la fragua alemana de la familia le ayudara a seguir erguido tras tan inmensos dolores antinaturales. Ahora que se habrá producido el reencuentro entre ellos, habrá que desearles una lenta conversación sobre los años perdidos.

Su relación con el Derecho fue emocionalmente racional, herencia de sus maestros Garrigues y Cossío. Amaba la ley razonándola y aportándole eminencia reguladora a pesar de que, como decía, su especialidad era el humilde "acto de comercio". Pero que otros recuerden sus premios, menciones, cátedras y Códigos. Permítanme que en esta hora de su muerte recupere de su exquisito discurso de entrada en la Academia Sevilla de Buenas Letras de 1983 su fina ironía sobre los "letrados".

Recordaba que a los abogados se les llamo "voceros" (o boceros en Las Partidas) y que antes que escritores era justos considerarlos "escribientes". También precisaba que "letrado" – como tal debía vestir Sancho, en parte, en su Ínsula – era, además de pomposo título, apelativo desajustado para algunos abogados puesto que significaba no "esclavo de la letra" sino instruido en ella.

Olivencia no olvidó la sonrisa cuando trazó algunos defectos de los abogados tras dejar el incensario profesional en la repisa. Si es cierto que, como decían los clásicos, gracias a los leguleyos o jurisperito "cada uno tiene lo suyo, y recupera lo perdido; a sus voces huye la iniquidad, se descubre la mentira, rompe el velo la falsedad, se destierra el vicio, y tiene seguro apoyo la virtud», también lo es que su tarea puede derivar en un "un arsenal abundantísimo, donde la injusticia y el fraude se proveen frecuentemente de armas para triunfar de la justicia y la inocencia».

Por ello, extrajo de Quevedo esta sucesión: "¿Queréis ver qué tan malos son los letrados? Que si no hubiera letrados, no hubiera porfías; y si no hubiera porfías, no hubiera pleitos; y si no hubiera pleitos, no hubiera procuradores; y si no hubiera procuradores, no hubiera enredos; y si no hubiera enredos, no hubiera delitos; y si no hubiera delitos, no hubiera alguaciles; y si no hubiera alguaciles, no hubiera cárcel; y si no hubiera cárcel, no hubiera jueces; y si no hubiera jueces, no hubiera pasión; y si no hubiera pasión, no hubiera cohecho. Mirad la retahíla de infernales sabandijas que se produce de un licenciadito, lo que disimula una barbaza y lo que autoriza una gorra."

Y, para dejarlo descansar en paz, la gota gorda de su esencia liberal: "La letra como garantía del ciudadano frente a la arbitrariedad y como límite al poder del Estado." Letra, o los nuevos signos y métodos -informáticos, a los ya que se refirió -, en los que deberá moldearse el Derecho con Mayúscula para el que rogaba una prosa clara, lejana a arcaísmos, a fárrago, a vicios sintácticos, a impurezas terminológicas y a la "ramplonería forense".Dios le oiga.

Pero, claro, todo, al principio y al final, depende de la clase de hombre que se es y se quiere ser.

En España

    0
    comentarios