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Pedro de Tena

Para la historia nacional de esta infamia

Nuestro comportamiento infame ha conducido a un golpe de estado que puede dejar a la mayoría de la población catalana a merced de una dictadura nacionalsocialista.

Es una crónica que deberá escribirse con motivo de la traición de la Generalidad catalana a España y a los españoles, a los que vivimos fuera de Cataluña y a los que han nacido o residen en Cataluña, a los que casi todos hemos abandonado durante más de treinta años. Solos han soportado las humillaciones, la masacre cotidiana de sus derechos y la imposición inconstitucional de una educación fundada en el odio a España.

Ahora, nuestro comportamiento infame, que lo ha sido, ha conducido a donde debía: a un golpe de estado que puede dejar a la mayoría de la población catalana de sentimiento y nacionalidad española a merced de una dictadura nacionalsocialista, por ahora en ese orden. Cabe la posibilidad,quién sabe, de que conduzca a fraguar un nuevo apaño en el que los que han perpetrado un golpe de Estado se nutran con nuevos privilegios y poderes hasta la próxima intentona, lo que sería otra infamia contra la mayoría de los españoles.

En Roma, los infames eran apartados de los cargos públicos y privados de determinados derechos. Aquí, días después del golpe, de la ocupación de las calles y del acoso a las fuerzas de seguridad de nuestra democracia, los infames de la Generalidad siguen en sus puestos, cobrando del dinero común y organizando la próxima declaración de independencia. Naturalmente, los infames clásicos son preferentemente los dirigentes catalanes de la Generalidad que, desde la aprobación de una Constitución que aceptaron los españoles, catalanes incluidos, no han parado de traicionarla. Hay otros los compañeros de infamia del nacional socialismo catalán como Podemos ("mandato de sangre" han llamado al breve reinado de Felipe VI), y otros.

Pero estamos también ante otro nuevo tipo de infamia no previsto ni por el derecho romano ni siquiera por la Iglesia, manchada asimismo por conductas infames (una misa con recuento de votos ilegales es una infamia inolvidable): la de la inacción o la abstención en la defensa de los intereses generales de los españoles. En esta historia nacional de la infamia que vemos acrecentarse por momentos, hay que añadir, pues, algunos nombres. El principal, el de Mariano Rajoy y su equipo dirigente del PP, cuyos nombres deben añadirse por méritos propios. Quizá no sea una infamia malvada, pero es una infamia derivada de la indolencia, la torpeza y la ceguera inaceptables en quienes son los actuales gobernantes de España.

El otro gran infame principal, nada inocente, de esta historia es Pedro Sánchez (digno heredero del ex presidente Zapatero, el detonante) y el equipo que actualmente dirige el PSOE. Su comportamiento en esta crisis excepcional de la historia reciente de España ha sido y es inicuo. Está prefiriendo el cálculo político a la defensa de la nación y sus intereses, ni siquiera partidistas porque su partido no está todo dónde él, a los generales. Reprueba al gobierno de España, pero no al de Puigdemont. Que haya tenido que intervenir el Rey Felipe VI, que ayer demostró que es el jefe del Estado, indica que con Pedro Sánchez no se ha podido contar a la hora de tomar las medidas constitucionalmente necesarias. Veremos cuando Puigdemont salga al balcón.

Dicho esto, los españoles tenemos que rectificar nuestra conducta infame con los españoles de Cataluña, País Vasco y ya veremos dónde más, y comenzar a llenar las redes sociales y las calles, si es preciso, para evitar los males mayores de la tragedia que se ve venir.

Sí, sí. Ya sé que hay más infames. Pero la historia nacional de esta infamia que comenzó con la deslealtad constitucional de los nacionalismos vasco y catalán tendrá que ser escrita en toda su extensión. Ahora, no es posible.

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