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Pedro de Tena

¿Qué hacer?

¿Qué hacer ahora, cuando se permitió la existencia de un extraño Estado autonómico para aplacar a las fieras?

Así se tituló un famoso librito de Lenin publicado en 1902, dedicado más que nada a cuestiones de organización y estrategia internas. En él, habla de tres principios organizativos necesarios para lo que habría de ocurrir en Rusia: "La más severa discreción conspirativa, la más rigurosa selección de los afiliados y la preparación de revolucionarios profesionales. Si se cuenta con estas cualidades, está asegurado algo mucho más importante que el ambiente democrático, a saber: la plena confianza mutua, propia de camaradas, entre los revolucionarios". Los independentistas catalanes, que se parecen tan íntimamente a fascistas y a comunistas, lo han hecho a la perfección durante muchos años. Finalmente, aquí están, con un trabajo concienzudamente terminado, jugando día sí y el otro también con la democracia y sus instituciones, contando con la complicidad de muchos compañeros de viaje de una izquierda turulata y una derecha cómplice y aplaudiendo a la legión de tontos que creían, y creen, que el separatismo en España podría domesticarse.

Ahora la pregunta está en nuestro tejado. ¿Qué hacer ahora, cuando se permitió la existencia de un extraño Estado autonómico para aplacar a las fieras? ¿Qué hacer ahora, cuando se consintió que, en manos de los nacionalistas, que entonces mentían fidelidad a la Constitución de 1978, quedaran dineros que se restaban a los demás españoles vía fueros, conciertos e influencias? ¿Qué hacer ahora tras haber dejado la educación y la lengua en manos de quienes era evidente las iban a utilizar para su único fin, la independencia? ¿Qué hacer ahora tras tres décadas de medios potentes de comunicación en manos de quienes odian al resto de España? ¿Qué hacer ahora tras haber comprobado que, se haga lo que se haga y se ceda lo que se ceda, estos, que en 1978 era cuatro gatos y medio, ahora llenan las calles gracias a los medios que les hemos proporcionado y pagado? ¿Qué hacer ahora cuando rompen las reglas democráticas, imponen –e impondrán con tiranía– sus planes y desprecian, desafían e incluso de ríen de los demás españoles? Ni la II República hubiera aguantado tanto. De hecho, no lo hizo.

Siempre es una ilusión buenista creer que un totalitario se atiene a razones, entendiendo por razón la herencia filosófica occidental de respeto y examen de los hechos, formulación de hipótesis racionales y estudio de las pruebas acerca de su veracidad. No hay más que la teoría total que se pretende imponer a la totalidad de los ciudadanos a través de totalidad de las instituciones. Si el relato no se atiene a los hechos, peor para los hechos porque los hechos y la verdad no importan. Importa la voluntad de poder de una minoría y la exclusión de todos los demás y de las demás razones por la fuerza. La experiencia histórica con la que se cuenta es abrumadora.

Y ahora, ¿qué hacer? Pues, primero, disponerse a utilizar nuestra fuerza sin complejos porque está en juego del destino de la mayoría de los catalanes, de la mayoría de los españoles y de la mayoría de los europeos. Y, segundo, aprovechar esta crisis ya imparable para comenzar una rectificación a conciencia del camino seguido desde 1978, devolviendo a la sociedad democrática y a la nación española el control decisivo del futuro. Llevará tiempo, pero, como le dijo el perro al hueso: "Tú eres duro, pero yo no tengo otra cosa más importante que hacer".

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