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Pedro de Tena

Sobre la 'inmaculada' memoria histórica

La verdad es que estoy hasta los mismísimos, porque intuyo que esto no tiene arreglo.

Julio Mayo, especialista en Historia Local –materia ignota en la Universidad de Sevilla–, ha descrito en un artículo sobre Murillo, del que ¿celebramos? un discreto IV Centenario, que sus Inmaculadas de azul y blanco eran denuncias de la Sevilla supermaculada, la Gomorra española. Holgando entre la abundancia que venía de América y los pecados capitales, todos y por su orden, la Sevilla corrupta, denunciada su impureza inconsecuente, logró que la Iglesia de la ciudad reaccionara iluminando campanarios al son de la letanía de la Inmaculada Concepción. Moraleja, cuando la historia muestra la perversión de una situación, los que viven de ella, con ella y en ella proyectan sobre los crédulos luces y palabras que oscurecen o aniquilan el brillo de las verdades del barquero. Lo de Revel y la mentira como reina del mundo era ya muy viejo, aunque decirlo así, desnudamente, fuese casi nuevo.

Una de las sorpresas que da la vida española es el comportamiento eclesiástico de la izquierda canónica heredera del marxismo, tanto la socialdemócrata con lamparones krausistas, si es que tal cosa existe aún, como la comunista de toda la vida. Sobre el pensamiento anarquista… (me interrumpe el recuerdo de un cura experto en Marx que se reía diciendo: "¿Desde cuándo los anarquistas españoles piensan?"). Cuantos más y más hechos comprobados van depositándose en la historia de la España republicana, más se lanzan sus popes y sacristanes a ennegrecer las verdades ya imparables y a proponer como inmaculadas viejas mentiras indefendibles.

El otro día, en el Parlamento andaluz, con motivo de la aprobación de una, otra más y más infame aún, ley de memoria histórica, un miembro de esta izquierda le gritó a Ciudadanos que no había habido una guerra civil sino un golpe de Estado fascista. Se trata de convertir en una inmaculada concepción el origen, desarrollo y final de la II República española.

Pero, parece mentira que haya que recordarlo, su origen fue un golpe, civil si se quiere, pero golpe e ilegal que mutó el régimen monárquico en republicano a partir de unas elecciones municipales, no generales, que la izquierda en su conjunto ni siquiera ganó. Durante su existencia, hubo 62 declaraciones de estado de alarma, de prevención y de guerra y muchos asesinatos y fechorías. Se dieron tres golpes de Estado. Uno derechista, en 1932, y dos de la izquierda: uno en 1934, en unión del nacionalismo catalán, que proclamó la Independencia, y otro, demostrado recientemente, perpetrado como consecuencia del recuento fraudulento de los votos de las elecciones de febrero de 1936, fraude con resultado golpista sobre el que ya alertó el presidente de la República Niceto Alcalá Zamora. De lo que ocurrió hasta 1939, ni hablamos. Pero, claro, la II República tiene que resucitar como paraíso perdido por el golpe franquista, único golpe dogmáticamente reconocible.

Como en los viejos tiempos, se trata de pintar inmaculadas memorias históricas sobre mentiras y abyecciones certificadas e imponerlas por la fuerza, en lugar de acometer, de una vez y para siempre, la revisión autocrítica de unos hechos democráticamente condenables. La verdad es que estoy hasta los mismísimos, porque intuyo que esto no tiene arreglo

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