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Pedro de Tena

Se ha apagado una estrella

Susana Díaz ha perdido el tren nacional, lo sepa o no, al menos durante años.

Se escriben estas líneas el domingo electoral, mucho antes de que las urnas andaluzas dicten su veredicto final sobre los próximos cuatro años de Andalucía y España. Sus cifras nos van a dar mucho que hablar los próximos días, hasta la formación de un nuevo Gobierno, si es que es posible. Pero hay algunas cosas que ya están claras. Una de ellas, sin duda, es que Susana Díaz no ha ganado la batalla de la opinión pública española. Es más, sus estrategas parecen no haberse percatado del interés que han suscitado estas elecciones andaluzas a nivel nacional. Un indicador tuvieron a mano: el debate a tres de RTVE fue visto por más espectadores que el semejante celebrado en Canal Sur TV. Susana Díaz ha dispuesto de la gran oportunidad de consumar la campaña de imagen de salón urdida desde el sanctasanctórum del PSOE andaluz, preparada con encuentros estelares, reflexiones de sentido común, afirmaciones de unidad nacional y esperanzas de regeneración de la vida interna de su partido y de la vida política española. Sin pensar a lo grande, en la España común, se ha refugiado en los tópicos más vulgares y en la demagogia más nacionalista. Con no pocas muecas de cabreo airado, ha venido a decir que Andalucía es genéticamente socialista, es más, que es suya, que no se la toquen que araña, que la blanquiverde es de su propiedad y que ella es ella y que no tiene nada que ver con lo que ha ocurrido en el PSOE andaluz y español desde 1982. Tal discurso, que desgraciadamente aún cuela en muchos pueblos andaluces, no cuela en España, y la gran esperanza roja se ha desmoronado.

Pedro Sánchez, que no es un buen candidato para el PSOE, aunque se empeña en anular de hecho las primarias autoproclamándose por su cuenta (tú a San Telmo y yo a la Moncloa, frase que atrae las iras de ella, que no quiere, oiga, y del socialismo andaluz), y que seguramente no es buen secretario general, se ha beneficiado del ninguneo al que lo ha sometido Susana Díaz en las dos únicas ocasiones en que ha podido intervenir en la campaña andaluza. Vamos, ni más claro ni más alto puede decirse que Sánchez ha sido considerado una piedra en el zapato de la campaña. Mientras Rajoy y los demás líderes nacionales del resto de las formaciones se han volcado en Andalucía, la autosuficiencia de Susana Díaz le ha hecho aparecer sola y a palo seco ante el electorado andaluz, olvidando que, además, estaba el electorado español y socialista observando su faena. El problema es que cuando se elige el superprotagonismo se olvida el dicho de que cuatro ojos ven más que dos y Susana Díaz, jaleada por sus forofos, ha perdido de vista el horizonte más lejano (hoy casi cercano gracias a la televisión) y ha ofrecido una imagen de soberbia descomunal, de silencios ominosos, de bajonazos y de poca altura intelectual y moral –incluso dentro de su partido– que le ha hecho perder la aureola de gigante roja que tenía hace sólo unos meses. Por no explicar –de la corrupción ya ni hablamos–, no ha sabido explicar por qué Andalucía, territorio de la Reina Roja, no para de gastar dinero desde 1982 pero sigue estando en el mismo punto de atraso y diferencias respecto a España y Europa.

Cuando se lean estas líneas, ya se sabrá el resultado de las elecciones andaluzas. Salvo un prodigio inesperado que le haya proporcionado la mayoría absoluta, Susana Díaz, de hacer caso a la totalidad de las encuestas y sin tener en cuenta a los indecisos y titubeantes, que han sido legión, tal vez podrá ganar pero no lo hará por KO. En todo caso, el nuevo Parlamento andaluz arrojará mucha mayor inestabilidad, con cinco o seis fuerzas políticas, del que ella disolvió para –hay quien lo cree– ganar estabilidad, mientras sus encuestas le decían que el PSOE iba bajando y bajando. Si con esta añagaza política lograse detener su hemorragia de votos por la izquierda, siempre le quedaría la hiperinestabilidad de un nuevo Parlamento arbitrado seguramente por Podemos (al que le ha salido como grano Antonio Maíllo, un nuevo Julio Anguita en IU, más modesto y menos bíblico). Si los esfuerzos de El País y otros tienen suerte, tal vez pueda arbitrar también Ciudadanos (mermado por la sincera estupidez de su candidato al anunciar pactos con Susana). O sea, que Susana quedará de nuevo en evidencia porque con un "El pueblo ha hablado" no justificará la convocatoria anticipada de elecciones ante su partido. Además, tendrá que bregar en Andalucía, en el mejor de los casos, con un hervidero político que no aliviará ni Rajoy si decide que el PP andaluz se abstenga en el debate de investidura (trance que terminaría de cargarse a Juanma Moreno, que a lo mejor podría aguantar el tipo remontando a las encuestas más hostiles).

En consecuencia, Susana Díaz ha perdido el tren nacional, lo sepa o no, al menos durante años. En una campaña observada por toda España, no ha dado la talla de presidenta de una Junta de Andalucía lastrada por el régimen corrupto e ineficaz instaurado por el socialismo desde 1982, que ella quiere sostener a toda costa como elemento básico del poder interno en el PSOE nacional. Pero es que tampoco ha dado la talla como posible secretaria general del PSOE exhibiendo una prepotencia, una altanería y una estatura política localista poco atractivas

Ya se saben los resultados, pero uno de ellos, el apagón de Susana, ya estaba en el ambiente antes de que abrieran los colegios electorales.

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