Menú
Pedro de Tena

Susana Díaz y el descafeinado andaluz

Llamar 'federalismo asimétrico' a lo que no es más que asimetría y desigualdad es, naturalmente, una chorrada.

Nos dio el primer aviso en una famosa entrevista con Artur Mas en plena gira por el mundo mundial de la España poderosa, banqueros incluidos. Lo insinuó de pasada pero no se atrevió a pronunciar la palabra mágica: asimetría. Tras hablar de "separadores" (el PP, claro, con sus acólitos, Ciudadanos y UPyD) y "separatistas", esto es, el nacionalismo de toda la vida incluyendo a parte de su partido y a Izquierda Unida, dejó caer la cosa de la financiación autonómica, que, en su opinión, no era la correcta. Y luego, el bombazo informativo: "Si durante la elaboración de la Constitución se dijo que se aprobó café para todos, todo el mundo tiene derecho ahora a tomar el café que quiera". Pero, doña Susana, ¿esto qué significa? Vamos a ver. El nacionalismo catalán quiere teóricamente, sobre todo, tres cosas: ser una nación con Estado propio, disponer a su antojo de todo el dinero y que se hable catalán, por encima de todo, en su territorio. Este es el café que quiere Artur Mas, y tras él, muñeco de turno, el nacionalismo de verdad, el de Esquerra.

¿Recuerda, doña Susana, cuando Pascual Maragall hablaba de federalismo asimétrico, una "chorrada" para el admirado Emilio Campmany? Pero no sólo este nefasto personaje habló de él, sino que el propio Manuel Chaves lo cantó en un coro de socialistas insignes. Luego la Chacón de Almería o Barcelona, según la campaña, volvió a mencionar su concepto en 2012 soportando el ceño fruncido de los socialistas españoles, que los hay. Pero, vamos a ver, ¿de qué se estaba hablando? Sencillamente de un cupo catalán, al estilo de los cupos vasco y navarro, que se tiene que hacer tragar a los demás españoles de otras comunidades. Llamar federalismo asimétrico a lo que no es más que asimetría y desigualdad es, naturalmente, una chorrada. Un federalismo para todos no lo quieren los nacionalistas catalanes. Lo que quieren es pagar menos, no ser solidarios con las comunidades atrasadas, tener relaciones de tú a tú con el Gobierno de Espala al margen de las demás comunidades y quedarse con todo lo que puedan, dicho sea con todas las palabras y en román paladino.

La inspiración de Susana ha llegado al nuevo referente del socialismo español, Pedro Sánchez, que tiene club de fans por doquier en este Sur dispuesto a agachar la cabeza ante el separatismo y ante cualquier cosa. Que un Sánchez diga lo que ha dicho este esperpento político -nada que se apoye desde la agrupación socialista más corrupta de España puede servir de referencia a nadie en su sano juicio-, y que nadie lo haya desmentido ni negado en Andalucía, es un indicador terrible. El PSOE andaluz, años después que Maragall y Chaves, ha llegado a la conclusión de que, para evitar un "choque de trenes", lo del País Vasco y sus asesinados hay que olvidarlo y Cataluña debe ser nación, por ahora no con todo un Estado propio aunque con bastante; debe dejar de contribuir a la solidaridad nacional y lo del catalán, que ya se impone, será no la gota malaya de la inmersión sino el ahogo general del español. ¿Y las demás regiones de España? De camino hacia la II República, 80 años más tarde y progresando al revés tras el paripé del Estado de las Autonomías que el nacionalismo traicionó siempre. ¿Y qué pasará después? Pues, si aceptan de nuevo un paso intermedio, el siguiente a no tardar mucho será la independencia total. O sea.

¿Y qué va a hacer Susana en Andalucía? Se envolverá en la bandera andaluza y en la bandera española y explicará, sólo si es necesario, que para que España siga unida tenemos que aceptar que somos –los andaluces y los demás que no son vascos ni catalanes– ciudadanos de segunda división, en economía, en cultura, en autogobierno y en todo. Pero lo explicará en politiqués, la lengua de la mentira.

Maliciosamente, se abre en los cerebros más lúcidos la sospecha de si estos 32 años perdidos en Andalucía, la última o la penúltima en todos los indicadores de bienestar tras el dominio del régimen socialista, no habrán sido diabólicamente diseñados para perpetuar la asimetría de hecho y permitir ahora la vuelta a la vieja asimetría republicana, que en 1978 la España democrática se atrevió a desafiar.

Me temo que del café para todos, a unos más que otros nos van a pasar, no al café que queramos, sino al descafeinado. Directamente.

Temas

En España

    0
    comentarios