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Pedro de Tena

Susana, el PP y el tiempo de la mentira

En la política española, estamos pasando del tiempo de la mediocre desfiguración de los hechos a la suprema mentira contada con el corazón en la mano.

Considerando la decadencia de la mentira, Wilde observó que, en realidad, los políticos no mienten. Raramente traspasan el nivel del hecho desfigurado, e incluso torturado, para que el público considere la falsa verdad de lo que afirman. Tampoco mienten los abogados, ni los periodistas. El auténtico mentiroso, "con sus palabras sinceras y valientes, su magnífica irresponsabilidad, su desprecio natural y sano hacia toda prueba" es bien diferente. En la Conferencia de este fin de semana se ha observado algo que se intuía: Rubalcaba deforma, modifica, enmascara, simula, oculta, pero es incapaz de mentir porque nadie le cree. El mentiroso de verdad es quien puede ser creído. Por ello, Susana Díaz, menos preparada y compleja, más zafia y desenfadada, se va consolidando como la princesa de la mentira en este PSOE más perdido que el barco del arroz. Su discursito sobre la corrupción, con todo el EREbo clavado en las entrañas y el Agugeté sindicalista hincado en las tripas; su discurso sobre España, con todo su zapaterazo a lo Tinell en el hígado estatutario andaluz y su mano tendida al PSC o su discurso a Rubalcaba, te sostengo pero te estrangulo, le dan la máxima nota sobre la nueva política de la mentira. Sincera y valiente como nadie, la mentira de Susana se expande por ese cuerpo enfermo en el que sólo los viejos dicen algo de verdad, aunque bien tarde.

En efecto, alguien ha calculado mal los tiempos, tal vez voluntariamente. Sobre todo, el PP, a cuyo cuerpo comienzan a salirle también pupas y pústulas antes de franquear la edad madura, se la trabucado el reloj. Sin ni siquiera treinta años de vida, que es un pispás histórico, el PP se ha empeñado en la desfiguración hercúlea de los hechos, desde su actitud ante el terrorismo a su comportamiento ante la secesión creciente, su distracción ante el 11-M y otras infamias o el olvido de la historia de España con mayúsculas. Por no ver no han visto siquiera la peligrosidad de esta Susana. Que no la hayan visto la Chacón o Rubalcaba es lógico, Ya lo decía el salmo 54, mutatis mutandis: "Si hubieras sido mi enemigo, lo habría advertido, pero eras tú mi amigo, el que entraba conmigo en el templo...". Pero el PP debería haberlo olfateado. Haber dejado sin rematar al régimen del Sur fabricaba la posibilidad de una Susana capaz de mentir con toda sinceridad y de ser creída por ese cuerpo agonizante que la empieza a asumir como un antibiótico milagroso. El PP ha dejado crecer a la bicha en Andalucía por pamplinas internas y ahora se la topa en Madrid a punto de convertirse en izquierdazo político.

En la política española, estamos pasando del tiempo de la mediocre desfiguración de los hechos a la suprema mentira contada con el corazón en la mano. ¿Cómo se enfrentará un partido conducido a la medianía absoluta a la absoluta rotundidad de la mentira representada por la Susana del Sur? ¿Degenerando aún más, como decía el torero? Pero, abundando, ¿tiene tiempo siquiera ese partido incomprensible (incluso para sus afiliados) para resistir los mordiscos ideológicos de los vehementes y retóricos minoritarios, léase Ciudadanos y UPyD, si es que, finalmente, deciden superar su estupidez, y componer un ópera para el gran público? Los que luchamos primero contra la dictadura de Franco, luego contra la corrupción de la democracia del PSOE, no salimos de nuestro asombro ante la autoinmolación de un PP que dejó perder Andalucía y se apresta a perder España con toda diligencia. Dicho de otro modo, no sabemos siquiera dónde estamos en esta España en la que la verdad apenas interesa a un puñado de almas. Recemos, mutandis también, con Ortega: "Por los espectadores que disponemos de un trozo de alma antipolítico, lectores incapaces de oír un sermón, de apasionarse en un mitin y de juzgar de personas y cosas en una tertulia de café". Rueguen por nosotros. Amén.

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