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Pedro de Tena

¿Tercera España abierta o Tercera República totalitaria?

Esta es la disyuntiva que todos tenemos que resolver, porque nos va el futuro, y quién sabe qué más, en ello.

Esta es la disyuntiva que todos tenemos que resolver, sobre todo los demócratas españoles, porque nos va el futuro, y quién sabe qué más, en ello. Los numerosos errores cometidos por el PSOE, el PP e incluso Izquierda Unida, que volvió del eurocomunismo al nuevo estalinismo bolivariano sin darse cuenta hasta que ha sido devorada por sus cachorros, nos han conducido a esta situación inesperada tras casi 40 años de democracia, imperfecta y viciada, pero democracia generalizada. La democracia ha existido realmente salvo en Cataluña (lo de Pujol nunca fue una democracia sana sino un autoritarismo nacionalista consentido por muchos), País Vasco (¿cómo iba a haber democracia pulcra cuando se asesinaba a ciudadanos por su opinión política?) y el amplio Sur (Extremadura, Castilla-La Mancha y, sobre todo, Andalucía), donde se implantaron regímenes que, más que gobernar, ocuparon la sociedad civil, la educación y la cultura, la administración y la comunicación, impidiendo la alternancia política durante décadas.

El PSOE sufre la enfermedad congénita de la refundación de Suresnes y no ha sido capaz de curarse. En vez de haber transitado, como el socialismo francés, o el alemán, o el británico, hacia la socialdemocracia de manera decidida y clara, quedó anclado en la ambigüedad de Felipe González en el famoso congreso de "hay que ser socialistas antes que marxistas", que no significó nada salvo que él, personalmente, pudo hacerse con el control del partido. Pero ideológicamente el problema no se resolvió. Dentro de la formación quedaron cepas intactas de guerracivilismo, de frentismo, del viejo totalitarismo largocaballerista, de la vieja concepción despectiva hacia la "democracia formal" (como si hubiera otra) y el propósito de la exclusión sistemática del adversario político. La victoria de Pedro Sánchez, que parece incluso peor que la del propio Zapatero, está arrastrando a la parte moderada y realmente demócrata del PSOE, que la hay, aunque desalavazada y afónica, a un callejón sin salida. Fue el PSOE, desde 2004, tras aquel bochornoso espectáculo de culpar al gobierno de España del atentado del 11-M, quien comenzó este camino que ahora retoma la extrema izquierda comunista tiznada de trotskismo barato y untada de castrismo a la venezolana.

El PP, que representó en la España de los 90 una regeneración democrática e institucional de la España viciada por la corrupción, sólo tardó unos años en demostrar que las reformas expuestas en los libros de José María Aznar no sólo no se iban a aprobar, sino que se iban a desacreditar y a olvidar. Desde la estructuración de un poder judicial independiente de los políticos hasta una reinvención del gobierno donde la sociedad civil tomara el mando que nunca debió perder, todo fue sepultado por la metástasis del autoritarismo impreso desde su fundación, su absurda lejanía de lo realmente popular y de la ausencia de crítica que impregna su vida interna. En sólo tres años, con el mayor poder institucional y territorial tenido nunca por partido alguno desde 1978, ha logrado lo que parecía imposible: la victoria electoral más amarga de la democracia. Ha puesto las bases de una recuperación económica pero sin reformar de raíz los problemas reales sino, sobre todo, cociendo a impuestos a su electorado esencial, triturando a las clases medias y, finalmente, por menospreciar la batalla ideológica, dando alas a quienes ponen en cuestión, no ya sólo su gobierno, sino la Constitución y la democracia misma.

Tras el barullo de los pactos derivados de los resultados del 24-M ha quedado más claro que nunca que España puede dirigirse a dos futuros: la tercera España, estructurada sobre una sociedad abierta y liberal, instruida y educada, creativa y productiva, tolerante pero beligerante defensora de los valores que la hacen posible, con sensibilidad social instituida y una justicia al margen de la corrupción y los partidos, o la tercera república frentista, neocomunista y antieuropea, cuya patita ya se ve tras la gatera. Si los demócratas no hacemos nada, es lo que sobrevendrá. Ya está sobreviniendo y seguimos sin hacer nada. O mejor dicho, haciendo y diciendo tonterías para obtener un cachito de poder. Pues nada. Adelante con los faroles.

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