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Pedro de Tena

Viva España, manque muera

Los nacionalismos catalán y vasco, minorías absolutas, tienen una voluntad política definida. España como nación no la tiene.

Relata Galdós en su episodio sobre el Cádiz preconstitucional de 1810 que hubo un tal Lord Gray que vino a España acompañando a Lord Byron, pero que se quedó por aquella bahía por culpa de Inés, otra Inés de nuestros amores románticos.Eran tan abierto y liberal que incluso amaba a España o, cuando menos, la respetaba grandemente.Hay un momento en que el inglés –es imposible que fuera un español– exclama:

Adiós España; adiós soldados de Flandes, conquistadores de Europa y América, cenizas animadas de una gente que tenía el fuego por alma y se ha quemado en su propio calor; adiós, poetas, héroes y autores del Romancero… Adiós, holgazanes que en un siglo habéis cansado a la historia… De vuestra pasta se han hecho santos, guerreros, poetas y mil hombres eminentes. ¿Es esta una masa podrida que no sirve ya para nada? ¿Debéis desaparecer para siempre, dejando el puesto a otra cosa mejor...?

¿Qué nos está pasando y nos ha pasado para que esta gran nación española, que hasta un historiador catalanista convencido del siglo XIX como Víctor Balaguer considera la nación previa e indiscutiblemente común, haya sufrido el mal del rencor infinito? Puede recurrirse a muchas causas. Yo creo que no puede sostenerse una nación que no se aprecia a sí misma, que no se ama a pesar de sus defectos, que no se enorgullece de su historia a pesar de todo. Desde la confabulación urdida desde una leyenda negra insostenible hasta su recepción por los separatistas de todos los pelajes y luego por las izquierdas obtusas cada vez más desmadejadas ideológicamente, España ha estado en peligro. La Constitución de 1978 no sólo no acabó con el peligro separatista que sublevaba incluso a Azaña y a Negrín, sino que lo acentuó propiciando la traición desarrollada a fuego lento, pero a las claras, por las minorías nacionalistas.

No neguemos más que hay una voluntad separatista en Cataluña, en el País Vasco e ínfimas pero crecientes en otras regiones. Hay una voluntad política clara a la que no se ha opuesto ninguna voluntad política de integración nacional española. Se ha dejado operar a la voluntad separatista sin apenas dificultad mientras se ha desarmado la voluntad nacional española. Se han minado los pilares de su concepción: la lengua, la educación, la historia, la solidaridad económica en un mercado común nacional con reglas de juego comunes, las leyes electorales desigualadoras del voto y la autoridad política esencial y sus instrumentos. Todos los partidos y organizaciones sociales han sido responsables de la tragedia que estamos comenzando a vivir. Algunos están incluso siendo cómplices. Se ha querido creer que cediendo autonomía se combatía la voluntad separatista. Nunca fue así. Al contrario, se ha alimentado el poder separatista hasta un punto que estamos a punto de perder España.

Los nacionalismos catalán y vasco, minorías absolutas, tienen una voluntad política definida. España como nación no la tiene. Ese es nuestro problema. Es preciso ejercer la voluntad política de ser una gran nación sin concesión alguna a los partidarios de la disgregación y el hundimiento. ¿Qué miedo puede tenerse a estas alturas? Sí, sí, que viva España manque muera, pero hagamos lo posible por salvarla sin complejos porque es mucho más grande y mejor que sus enemigos.

En España

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