Las fuerzas vivas de la izquierda se preguntan por qué con la crisis económica ellas no están haciendo caja. Pase que no se vendan coches ni cemento, ¿pero por qué la izquierda europea, en sus distintas manifestaciones y encarnaciones, no gana elecciones? ¿Es porque la derecha tiene la mayoría de los medios de comunicación a través de los cuales manipula a los ciudadanos? ¿Porque los Gobiernos progresistas se ven forzados por la banca matona a aplicar una política que no es la suya?
La Izquierda Unida alavesa nos ha ofrecido una explicación que no se suele ver en las páginas de opinión de El País, Le Monde o The Guardian. Y es que Álava, esa pequeña y hermosa provincia española, es muy importante. Como ocurre en Teruel, el partido que gana las elecciones generales en ella es el partido que forma el Gobierno de la nación y, además, en ella tropieza el proyecto abertzale de su Euzkadi.
La semana pasada, las juntas generales eligieron al diputado general. En los cuatro años anteriores, gobernó el PNV, después de ocho años seguidos de Gobierno del PP: el PSOE prefirió no apoyar al candidato del PP, el más votado, y dejó que la Diputación se la llevase el PNV, que fue el tercer partido. Cosas del cordón sanitario. La primera decisión del nuevo diputado general, Xavier Aguirre, fue retirar la bandera de España de su despacho.
En mayo, el PP no sólo quedó de nuevo primero, sino que además subió un juntero (16). El PSOE esta vez estaba dispuesto a apoyar a su candidato, Javier de Andrés, pero el desplome de los socialistas en toda España les hizo perder un 35% de los votos y cinco junteros. El bloque PP-PSOE sumaba 25, frente a los 24 de PNV (13) y Bildu (11). La llave estaba en los dos junteros de Izquierda Unida, que el cristiano de base cántabro Javier Madrazo rebautizó como Ezker Batua. IU (o EB) gobernó ocho años con el PNV, partido progresista y socialdemócrata como todos sabemos, con lo que cabía esperar un pacto de los admiradores de La Pasionaria con los nietos de Sabino Arana. Pero al final éste no se produjo: en la última votación, las dos junteras votaron a su candidata, con lo que ganó el candidato del PP.
En el debate, Aguirre acusó a EB (o IU) de no haberle votado porque él se negó a cumplir unas sencillas condiciones: la colocación de 39 militantes en las Administraciones vascas controladas por el PNV; otros cuatro dirigentes de más nivel en puestos especiales mejor retribuidos, entre ellos la hermana de Javier Madrazo; y la concesión de subvenciones y préstamos a IU (o EB) por importe de 900.000 euros. Kontxi Bilbao, que como parlamanteria de EB (o IU) votó la investidura de Juan José Ibarretxe como lendakari, reconoció que las condiciones eran ciertas.
Aunque estas pretensiones eran más modestas que las del cántabro Miguel Ángel Revilla, que supeditaba sus votos a una línea de AVE. ¿No estamos ante una privatización de la política?
Los mandamases de izquierdas se presentan ante los electores envueltos en una superioridad moral como si fuera la capa de Supermán: no roban, no privatizan, no se corrompen, no despiden, no recortan pensiones. Cuando caen en la conducta que achacan al enemigo, sus votantes se quedan como los niños cuando descubren la verdad sobre los Reyes Magos o los andaluces cuando descubren los ERES falsos. Y a continuación viene la pataleta.
Este escándalo nos lleva a hacernos la siguiente pregunta: si IU (o EB) estaba dispuesta a vender sus votos en las juntas generales de Álava, como los vende el PNV a Zapatero en el Congreso, ¿qué recibió EB (o IU) a cambio de respaldar a Ibarretxe durante ocho largos años?