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Pedro Salinas

Atrapado por el poder

Lima.Algunos pensaron que con la salida de Montesinos del país se consolidaría el proceso democrático en el Perú. Así lo creyeron varios presidentes del hemisferio, el Departamento de Estado y la ilusa OEA. Se equivocaron.

Lo que ha quedado demostrado es que el poder de Montesinos es inconmensurable, trasciende fronteras. Desde un lujoso barrio en Ciudad de Panamá sigue controlando las instituciones peruanas, entre ellas el Poder Ejecutivo, el Ejército y el Poder Judicial. Su resistencia a dejar el poder y lo que viene logrando hasta el momento reflejan el nivel de control que detenta quien ha llevado al borde del precipicio a todo un país.

Montesinos ha negociado su seguridad jurídica -mejor dicho, su impunidad-, amenazando con un golpe de estado cruento. Y el presidente Fujimori ha aceptado todos y cada uno de los términos de su asesor, sin regateos, incluso a costa de su ya precaria legitimidad.

Fujimori cree que el arreglo de la huida de Montesinos hacia Panamá le va a dar tiempo para preparar su propia salida. No quiere reconocer que su desplome es inminente y que es muy tarde para procurar mantener un aparato político que le garantice alguna representación electoral. Prefiere asumir que todavía puede urdir planes de contingencia para salir incólume de la penosa situación en la que se encuentra y a la que ha arrastrado irresponsablemente a todos los peruanos.

Fujimori perdió la oportunidad de retirarse con cierta decencia al no querer declinar a una tercera e ilegítima postulación. Ahora va a tener que salir por la puerta trasera, como un triste y patético Bordaberry andino, jaqueado por Montesinos y su cúpula militar.

Empero, todavía puede llevar a cabo algunas medidas para evitar que el país termine de irse por el desagüe y que la crisis empeore aún más. Las soluciones a estas alturas, obviamente, no pueden ser convencionales, pero son inevitables. Es evidente que la situación vigente no es contemplada por la Constitución. Por ende, la actual crisis debe tener una solución política y debe ser respaldada por acuerdos firmes entre gobierno y oposición. Y está claro que, luego de la forma como se ha protegido la fuga de Montesinos, el desenlace de la crisis peruana dependerá de las posiciones que asuman el gobierno de Clinton y el ejército de Villanueva Ruesta.

¿Qué debe hacer Fujimori? Tres cosas para comenzar: primero, recomponer su gabinete ministerial y designar a un primer ministro que proyecte credibilidad y seguridad. El actual, Federico Salas, además de quemar su carrera política, ha demostrado ser un incompetente y un correveidile de la burocracia estatal. Segundo, tiene que reconfigurar la Mesa Directiva del Congreso, la que, luego de la exhibición del ya famoso video, ha perdido toda legitimidad. Y, tercero, debe renunciar y cederle la posta a su vicepresidente Francisco Tudela, para que éste asuma la transición y convoque a elecciones. En paralelo, Tudela debería, a través de medidas de emergencia, ir desmantelando la red de control tejida por Vladimiro Montesinos para asegurar elecciones limpias y transparentes, con prensa libre y organismos electorales independientes.

El costo de la transición va a ser altísimo en términos políticos y, por cierto, económicos. Tomará mucho tiempo volver a restablecer la confianza en el Perú. Pero el país debe salir cuanto antes de esta sensación de vacío de poder a la que nos ha empujado Fujimori. Paradójicamente, de él depende que el Perú no se caiga por el despeñadero.

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Pedro Salinas es corresponsal de la agencia de prensa AIPE.

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