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Pedro Salinas

De vuelta al esclavismo

Bien señalan el psicólogo irlandés Richard Lynn y el politólogo Tatu Vanhanen que la inteligencia de las poblaciones es una causa de las diferencias del desarrollo económico que separan a las naciones, como lo son también las condiciones climáticas y geográficas, la historia y la cultura.
 
Según los datos del estudio elaborado por este par de investigadores, los japoneses y coreanos tienen un Coeficiente Intelectual (CI) medio de 105 puntos, los europeos en torno a 100 y los de los países en vías de desarrollo, como nosotros, entre 65 y 75.
 
No debería ser así, pero hay por acá, en el Perú, quienes corroboran este aserto: los obtusos que nunca faltan. De esos que cualquier madre que se respete a sí misma ya habría encerrado en el baño después de zarandearlos con un buen latigazo en el trasero. Son los que proponen, por ejemplo, la reinstauración del servicio militar obligatorio como una medida para solucionar la escasez de personal de tropa.
 
Les preocupa la falta de reclutas, pero no el grado de esclavismo que conlleva restablecer métodos que atentan contra los derechos fundamentales del ciudadano. Les inquieta que no haya soldadesca, pero no la ausencia de civilización. Les molesta que los batallones del Ejército estén funcionando actualmente con 150 hombres cuando “lo normal” es que tengan cerca de 600 efectivos, y no se dan cuenta que lo normal es que la gente tenga la libertad de elegir lo que quiere hacer.
 
El servicio militar obligatorio fue abolido en el Perú por anacrónico, vejatorio y discriminatorio.
 
Sólo se le aplicaba a aquellos de modestos recursos, a los pobres, a quienes se les maltrataba y, en muchos casos, se les secuestraba legalmente. La “leva” (mote del plagio formalizado por el Ejército) era eso, y no otra cosa. Un reclutamiento forzado, inverosímil en cualquier país libre. Un atentado contra la dignidad de las personas. Una variable del esclavismo. Detención arbitraria por donde se la mire.
 
Los intereses del Estado jamás pueden estar por encima de la voluntad del individuo. Por ello, el sistema militar obligatorio no puede imponerse nunca más en el Perú. Volver a ello es un retroceso, un despropósito. En todo caso, si los promotores de esta iniciativa siguen angustiados por la escasez de pelotón, que se enrolen para nunca más verlos. El país les estará eternamente agradecido. Y yo también.
 
© AIPE
 
Pedro Salinases corresponsal de AIPE.

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