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Pedro Salinas

Hoy Bolivia, ¿mañana Perú?

Gonzalo Sánchez de Lozada debería haber culminado su mandato el 6 de agosto de 2007. Es decir, en 38 meses, pero dimitió y se fue a Miami.

El desmadre boliviano tiene su origen en un proyecto de venta de gas a Estados Unidos y México que iba a salir por Chile o Perú. Después de Venezuela, Bolivia posee la segunda reserva más importante de gas del continente. Comercializar ese gas, que se encuentra en las entrañas de Tarija, podría permitirle a Bolivia, un país que mantiene índices de pobreza con niveles africanos (6 de cada 10 bolivianos viven en la indigencia con un ingreso menor a 2 dólares diarios), obtener varios miles de millones de dólares en regalías.

Pese a ello, miles de bolivianos se niegan a la exportación. ¿Por qué? Es difícil de explicar. Pero, en parte, se debe a la insistente y tenaz campaña de desinformación de los caudillos de la ultraizquierda y de los líderes de los indígenas, que aprovechando que casi el 20% de la población es analfabeta total han lanzado la especie de que el gobierno quería vender el gas a Estados Unidos y México para beneficiar a Chile; que el presidente Sánchez de Lozada había decidido regalarle el gas a Chile, país que les quitó la salida al mar en la guerra de 1879; que el gas no debe venderse porque ni siquiera alcanza para los bolivianos.

Así, empezaron a salir a las calles los manifestantes. Primero lo hicieron los sindicalistas, luego los indígenas y campesinos, luego los transportistas, luego los mineros, luego los carniceros y luego los barrenderos. Y poco faltaba para que les siguieran hasta la federación de zapateros y los Boy Scouts. Más aún, la protesta inicial por la venta del gas se transformó al poco tiempo en reclamos por la canasta básica familiar, quejas por el salario mínimo vital, grita por la renta de la jubilación, y, no me extrañaría, hasta por la presencia de Estados Unidos en Irak o porque hace mucho calor en Santa Cruz. Como me comentó hace poco Alvaro Vargas Llosa, en Bolivia han confluido todos los elementos que garantizan un cóctel explosivo: movilización indígena, la coca, pobreza extrema, los peores índices de desarrollo humano, descontento social, represión armada e inestabilidad institucional.

Evo Morales, el jefe de los sediciosos, y Felipe Quispe, el líder de los aymaras, persisten en desestabilizar, alimentando odios raciales y sociales, para echar abajo al régimen democrático, elegido en las urnas. Lo peor de todo esto es que, ya hay algunos por acá, que, al mirar lo que ocurre en la convulsionada Bolivia, pretenden replicar lo mismo en Perú. Hace poco más de un año sucedió algo parecido en Arequipa. Los demagogos de izquierda, a punta de movilizaciones y atentados contra la propiedad privada, impidieron una privatización.

Antauro Humala, uno de los cabecillas del neoestatismo vernáculo, cuyo movimiento viene creciendo poco a poco por estos lares, me dijo en días recientes, previos a la crisis boliviana, que sus referentes en la región eran Evo Morales de Bolivia y el comandante Marcos de México. Y que a él y los suyos no les interesaba una participación electoral, sino demostrar su poder real a través de las calles, reclamando la caída del gobierno de Toledo y exigiendo la entronización de un nacionalismo rancio que confisque todas las empresas extranjeras arraigadas en el Perú.

Lo más increíble es que, el verdadero factótum de esta organización, Ollanta Humala, el hermano de Antauro, es el actual agregado militar del Perú en Francia. Y quien lo ha puesto ahí es nada menos que el propio presidente Alejandro Toledo. Y, como recordó Enrique Ghersi hace unos meses en un artículo para AIPE, el gobierno no parece haberse percatado que tres de los últimos dictadores militares en el Perú ocuparon el mismo cargo. Me refiero a Oscar R. Benavides, Luis Sánchez Cerro y al nefasto Juan Velasco Alvarado. Claro, quizás en ello no haya reparado el jefe de Estado, pero es algo que está presente en el imaginario militar.

“Si la historia no se equivoca –dice Ghersi, y el contexto regional lo favorece, añado yo– Ollanta Humala tal vez podría ser el próximo dictador”.

Pedro Salinas es corresponsal de la agencia © AIPE en Lima.

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