El presidente del Perú, Alejandro Toledo, ha anunciado que existe una conspiración en su contra, que se ha puesto en marcha un complot, una confabulación para minar la democracia, pero no exhibe una sola prueba. Tampoco señala a quienes están detrás de la supuesta conjura, lo que hace pensar que en lugar de intrigas lo que hay es desesperación.
Toledo sigue incrementando su nivel de desaprobación y, lo que es peor, continúa cometiendo error tras error. Cada semana nos sorprende con una nueva patinada.
Hace un par de semanas, el ministro de Transportes y Comunicaciones, Luis Chang, hizo suya la propuesta de una congresista del partido de gobierno y anunció la creación de un comité para evaluar los contenidos de los programas de radio y televisión, así como sancionar a los respectivos medios. Y ello incluía el retiro de las licencias. Tremendo despropósito que atenta grotescamente contra la libertad de prensa no se le ocurrió ni siquiera a la pandilla de Fujimori y Montesinos.
Luego de ello, parlamentarios toledistas aprobaron una iniciativa, planteada por Alan García en la campaña, para crear con recursos del Estado un banco agrario que dé créditos a los campesinos agricultores, como el que se gestó durante el desastroso régimen aprista.
Soy peruano, pero a veces no entiendo nada. ¿Algún día dejaremos de dar señales equivocadas a los inversionistas? ¿Cómo es posible que, luego de la nefasta experiencia de la banca de fomento alanista, se proponga hacer lo mismo hoy día? ¿Es que acaso los peruanos somos amnésicos congénitos?
Algunos datos del baúl de los recuerdos: a octubre de 1990 los bancos de fomento –todos, sin excepción– tenían una participación en el total de créditos del sistema financiero del orden del 11%, lo que demuestra la falsedad del “rol protagónico” de la banca de fomento en el acceso al crédito.
La cartera de créditos de la banca de fomento, además, era pésima. El 18% de los créditos era de dudosa recuperación o estaban perdidos. El 60% estaba con retrasos (es decir, con amortizaciones vencidas). Solamente el 20% del total de créditos contaba con garantías suficientes para que el Estado recuperara el dinero.
De otro lado, la banca de fomento generaba inflación. A junio de 1990, el 93% de los fondos del banco agrario provenía de créditos que otorgaba el Banco Central de Reserva. Y, lo más importante, el “fomento” jamás llegó a los verdaderos pobres. El banco agrario tenía colocadas las dos terceras partes de sus créditos entre agricultores medianos y grandes de la costa, los cuales, dicho sea de paso, podían acceder al sistema financiero privado.
Yo no sé si es cierta o no la versión de la conspiración contra Alejandro Toledo. Lo que sí sé es que este tipo de propuestas, que atentan contra la libertad de prensa y que nos costaron tanto en el pasado, es propia de tozudos y mentes obnubiladas. Si hay alguien que está complotando contra Toledo ese “alguien” parece ser él mismo.
Pedro Salinas es corresponsal de la agencia de prensa © AIPE .
En Internacional
0
comentarios
Servicios
- Radarbot
- Libro