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Pedro Salinas

Toledo desapareció del mapa

El domingo 17 de noviembre tuvieron lugar en el Perú elecciones municipales y, por primera vez, regionales. Sobre éstas, varias cosas que comentar.

En primer lugar, los peruanos hemos tenido en la práctica dos elecciones paralelas. Por un lado, hemos presenciado una guerra por la plaza más importante del país: la alcaldía de Lima. De otro, la batalla por la conquista del resto del Perú.

El gran triunfador de los comicios fue Luis Castañeda Lossio (39%), quien fue uno de los candidatos que fue pulverizado por la maquinaria reeleccionista durante el régimen de Alberto Fujimori. Castañeda, aliado de la agrupación política Unidad Nacional, sorprendió por ganarle al favorito y actual burgomaestre de Lima, Alberto Andrade, líder de Somos Perú. Castañeda, contra todos los pronósticos, no le hizo caso a las encuestadoras y emprendió una buena campaña que consistió en llegar a los estratos populares.

Alberto Andrade (29%), el alcalde limeño, quien pecó de arrogante, fue arrasado por su contrincante. Andrade, entre otras cosas, lanzó prematuramente su candidatura, se expuso demasiado, no se preocupó, como sí lo hizo Castañeda, en granjearse la simpatía de los segmentos más empobrecidos de la población. Y lo que constituyó uno de sus peores errores: se negó a debatir cuando su adversario se lo solicitó. Al final lo hizo, pero ya era demasiado tarde.

La revelación de la campaña edil fue Jaime Salinas López-Torres, un empresario de 39 años, quien surgió de la nada política y, en apenas dos semanas, saltó a un encomiable 15%.

Si hubiese que buscar una interpretación ideológica a los resultados, podría afirmarse que los limeños optaron por consolidar una línea de centro-derecha en el poder municipal, pero con rostro distinto. Aunque, para ser honestos, el elector peruano no vota por ideologías, sino por impulsos, por emociones volátiles y por caudillos.

Lima, en todo caso, le dio un tercio de la votación al candidato de Unidad Nacional, el partido del centro-derecha. Otro tercio se desperdigó en partidos menores, entre ellos el de Alejandro Toledo, y en movimientos independientes. Y, finalmente, el otro tercio lo ganó el APRA, la agrupación política de Alan García, que obtuvo un triunfo relevante a nivel nacional. Doce de veinticinco regiones van a ser manejadas, a partir de enero, por quien ya se siente el presidente alterno, el jefe de Estado paralelo del Perú.

Así, conocidos los resultados, puede concluirse que el espectro político sigue atomizándose, que la ausencia de partidos políticos es cada vez más notoria, que la falta de confianza en los mismos se incrementa de elección en elección, que la tendencia a la ingobernabilidad es inquietante y que la sensación de inestabilidad se agiganta. Y si a ello le sumamos un presidente con serios problemas de liderazgo, quien acaba de perder presencia a nivel nacional, entonces la aritmética política nos dice que el Perú camina hacia un proceso de desestructuración política sumamente preocupante.

“Se avecinan tiempos complejos y de mucha turbulencia en el Perú”, me comentó un encuestador luego de las elecciones. Y creo que no le falta razón.

Pedro Salinas es periodista y escritor peruano.

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