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Pedro Salinas

Toledo y la libertad de prensa

Una de las características más resaltantes del fujimorismo fue la intolerancia con la prensa. La intransigencia era su sello de fábrica. Por disidente, al empresario de origen israelí Baruch Ivcher lo sacaron del manejo de su canal de televisión y, encima, le arrebataron la nacionalidad y lo atiborraron de juicios. Y al broadcaster Genaro Delgado Parker le quitaron su estación de televisión y le embargaron los transmisores de su radio 1160.

A aquellos medios que mostraban independencia les caía la furia fujimorista, que no soportaba discrepancias ni prensa que no pudiera controlar.

De acuerdo a la óptica de los autoritarios, al que manda no se le discute, no se le critica y, menos, se le investiga. Así razonan los caciques que se sienten poderosos. Creen que la prensa sólo debe informar de las cosas buenas que hace el gobierno. Asumen que el periodismo existe sólo para alabar y resaltar sus logros y sus obras. Piensan que no hay otra verdad que la del poder.

Están convencidos de que el gobierno es el Estado, y el Estado la Nación. Los que no están con el poderoso, entonces están contra la Nación. Los que no vitorean al régimen son unos miserables, traidores a la patria, a los que hay que vigilar de cerca, para neutralizarlos en el momento más conveniente, a través de agresiones legales o amenazas.

Toledo comienza mal. Hace pocas semanas se produjo un penoso incidente en un restaurante limeño entre el presidente electo Alejandro Toledo y el directivo de un canal de televisión, donde el primero le mostró los dientes al segundo delante de una decena de testigos, porque su canal osó ejercer el derecho de la crítica durante la campaña electoral. Toledo, por cierto, todavía no ha pedido disculpas por el exabrupto.

A ello hay que sumarle ahora las declaraciones del segundo vicepresidente electo, David Waisman. Waisman atacó al diario Correo, de posición neutral y casi suiza, porque mantiene una opinión distinta a la suya en el caso del general Medina, actual jefe de las Fuerzas Armadas, acusado de alterar unos informes para sobrevaluar tres aviones MIG 29 (caso en el cual hasta el intachable presidente constitucional Valentín Paniagua, dicho sea de paso, se ha limitado a decir que “no hay que apresurarse”).

“Todos sabemos que el diario Correo es un medio cien por ciento fujimorista (...) que sólo busca desinformar a la población”, ha dicho muy suelto de huesos el congresista que hasta hace poco presidió la Comisión que investiga a Vladimiro Montesinos.

Ahora resulta que, quien no piensa igual que el toledismo es “fujimorista”, quien no apoya al toledismo es “montesinista”, quien no le pasa la mano por el hombro al toledismo es digno de ser etiquetado. Ahora resulta que a los advenedizos de último minuto, que no combatieron al autoritarismo desde un inicio, se les ha dado por calificar e intimidar con bravatas.

Si estos botones de muestra son sólo el preámbulo de lo que se viene, pues estamos advertidos. Ya sabemos que periodismo libre y gobernantes intemperantes son incompatibles e irreconciliables.


Pedro Salinas es corresponsal en Lima de la agencia de prensa © AIPE.


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