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Pedro Schwartz

El peso de la púrpura

La estrechez económica, confusión política y desorden público que, según refieren los medios de comunicación, aquejan a Irak parecen abonar la postura de quienes se opusieron a la intervención de EEUU, Reino Unido y Australia en aquel país. Quienes, por el contrario, consideraban necesario derribar por la fuerza el régimen de Sadam Husein y mostrarse firmes frente al nuevo terrorismo ven esas dificultades como el costo inevitable de una acción civilizadora. Es muy difícil averiguar a distancia la verdadera importancia y gravedad de las dificultades que sufren los iraquíes, aunque los relatos de viajeros y el recuerdo de experiencias históricas me inclinan a pensar que periódicos, radios y televisiones desenfocan la situación. Sólo el tiempo dirá si la guerra ha abierto en Irak un precipicio insalvable o si gracias a ella veremos un segundo país islámico seguir el camino de Turquía hacia la democracia.

Pude oír nuestro ministro de defensa, Federico Trillo, referir su rápido viaje de visita a las tropas españolas que, junto a soldados polacos y centroamericanos, mantienen el orden en dos provincias. No quiso empequeñecer las dificultades con las que se enfrenta la acción de los aliados. El restablecimiento de un mínimo orden es condición indispensable para que el país pueda funcionar en lo político y lo económico. Es cierto que, excepto en Kurdistán, todos los días ocurre algún acto terrorista por mano de partidarios del depuesto sátrapa. La inseguridad explica que colegios y universidades aún no hayan abierto sus puertas. Falta en muchas poblaciones combustible para los hogares. Explicó el ministro la dificultad de obtener piezas de recambio mayormente francesas y rusas para los equipos de los servicios públicos, por lo que no se ha restablecido aún el suministro de agua potable y electricidad en todas partes.

Sugirió sin embargo Trillo que los corresponsales de guerra no fueran quizá los mejores reporteros para analizar la administración de la paz. Una muestra de la exageración de algunas denuncias es la del saqueo del Museo Nacional de Irak. Se habló de 170.000 de piezas robadas durante los primeros días de la ocupación. Ahora se ha sabido que antes de la guerra se puso en marcha un plan de salvaguardia de las piezas, tanto en los sótanos del museo como en almacenes distantes. De lo expuesto en las galerías públicas, escribe David Blair del Daily Telegraph de Londres, se encuentran otra vez en las estanterías y vitrinas todas las piezas más famosas e importantes, a falta de 32. De una caja fuerte subterránea desvalijada con ayuda de llaves y claves faltaron unos 3.000 objetos, de los que han devuelto 2.900. Parece que los americanos no han perpetrado pues la destrucción de la memoria histórica de Mesopotamia.

El presidente Chirac, afectado de folie de grandeur, pidió hace poco que los estadounidenses traspasaran la soberanía al Consejo de Gobierno provisional en el plazo de un mes. El plan del Paul Bremer, el administrador civil de Irak, parece mucho más sensato. Primero ha pedido al Consejo provisional un texto constitucional, que debería haberse entregado en septiembre pero cuya redacción ha tropezado con las diferencias entre chiítas, sunnitas y kurdos. Al propio tiempo ha encargado la confección de un censo electoral que permita garantizar la limpieza del segundo paso, a saber, unas elecciones nacionales limpias. Por fin el tercer paso será la creación de un Gobierno de coalición entre las diversas etnias y la aprobación de la Constitución. Nosotros los españoles tardamos tres años en andar ese camino, desde la muerte de Franco en 1975 hasta la aprobación de nuestra ley fundamental en 1978. ¡Un mes, dice el megalómano!

Al propio tiempo, debe avanzar la reconstrucción económica. Durante el siglo XX, ha cambiado notablemente la actitud de las grandes democracias vencedoras en una guerra. Después de la Primera Guerra Mundial, Francia, el Reino Unido y EEUU exigieron a los imperios centrales cuantiosas reparaciones. Tras la segunda, EEUU ayudó a aliados y enemigos con el Plan Marshall. Ahora no cabría en cabeza alguna que los americanos decomisaran los pozos de petróleo iraquí para resarcirse de los gastos de guerra. Se ha calculado en 70 mil millones de dólares la suma necesaria para reconstruir Irak en el medio plazo. El presidente Bush ha comunicado al Congreso que va a necesitar la no despreciable suma de 20 mil millones de dólares durante el próximo año.

Las ayudas son útiles, pero las reformas monetaria y económica son esenciales, como lo demostró el milagro alemán basado en las medidas liberadoras del canciller Erhard en 1948. La administración americana ha empezado a transformar el país en una verdadera zona de librecambio. La tarifa del arancel se reduce al 5%. El dinar de Saddam se sustituye por una nueva moneda estable. Habrá libertad de inversión extranjera y de repatriación de dividendos. Se venderán todas las empresas públicas, excepto el petróleo, que será un monopolio del Estado administrado por el nuevo Banco central. Así se acabarán cuarenta años de socialismo Ba’ath. Irak aún puede sorprendernos, espero que a tiempo para la reelección de George Bush.

Pedro Schwartz es profesor de Economía y columnista del diario La Vanguardia.

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