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Percival Manglano

¿Por qué las encuestas no sirven para elegir candidatos?

La mejor opción es organizar una votación entre los afiliados del partido para que sean ellos quienes decidan quién es el mejor candidato

Parece estar bastante asumido en el PP que la mejor forma para designar a sus cabezas de cartel municipales y autonómicos es a través de encuestas previas. Para muestra, este botón madrileño. En mi modesta opinión, creo que esto no es así. Lo creo por las siguientes razones.

Primero, cuando de verdad se quiere saber lo que opina la gente, se organiza una votación en urna. Esta es la base de la democracia representativa. El número de votantes será siempre mucho mayor – y el resultado, por lo tanto, más fidedigno- si se organiza una votación entre afiliados que si se hace un sondeo. En el caso de Madrid, por ejemplo, el PP tiene unos 90.000 afiliados. En cambio, los sondeos electorales publicados la semana antes de las recientes elecciones europeas para toda España se basaron en entrevistas realizadas a entre 1.000 y 1.500 personas. La diferencia es más que reveladora. Además, el voto en urna expresa siempre una opinión real, mientras que la respuesta que se da a un desconocido encuestador que le llama a uno por teléfono está sujeta a todo tipo de variaciones.

Segundo, los sondeos electorales llevan varios años (por lo menos desde las andaluzas de 2012) demostrando que no logran descifrar lo que piensan los españoles. En las recientes europeas, los sondeos publicados una semana antes de las elecciones dieron, en general, un 60% a la suma de PP y PSOE. Al final, éstos sacaron un 49%. Si el margen de error es tan alto siete días antes del voto, ¿cuál no será a varios meses vista?

Tercero, los sondeos son demasiado susceptibles de ser cocinados. Es bien sabido que una cosa son los datos en bruto de las encuestas y otra muy distinta las conclusiones a sacar. Por ejemplo, en el barómetro del CIS del pasado mes de abril, PP y PSOE sumaban, tras la cocina, un 58% de los votos. Antes de la cocina, sin embargo, sumaban un 27% (pregunta número 20). "Cocina" no es sinónimo de trampa, ni mucho menos. Es indispensable interpretar los datos en bruto que produce una encuesta. Pero el margen de interpretación que dan los datos en bruto es demasiado amplio como para creer que los resultados son objetivos. Esto es así bien porque los supuestos sobre los que se hacen las interpretaciones son erróneos (lo que parece indicar el punto anterior) o bien porque se quiere retorcer el resultado de la encuesta para apuntalar un resultado preconcebido (es decir, "el mejor candidato es fulanito y aquí tengo una encuesta que lo demuestra").

En resumen, nadie puede saber en función de una encuesta realizada varios meses antes de las elecciones quién será el mejor candidato. La querencia por la planificación central que define a la política española –por la que se asume que una minoría ilustrada tiene la capacidad e información suficientes para tomar todas las grandes decisiones que afectan al conjunto del partido- acaba desembocando, necesariamente, en una fatal arrogancia. Por ello, es mejor ser modestos y asumir que es imposible saber de antemano quién será el mejor candidato. ¿Qué hacer entonces? La mejor opción es organizar una votación entre los afiliados del partido para que sean ellos quienes decidan quién es el mejor candidato. La ventaja de este sistema es que motiva a los afiliados al hacerles partícipes de la elección, que la opinión conjunta de los afiliados es seguramente más acertada que la de ningún individuo (es impagable este ejemplo de la "inteligencia de las masas") y que el candidato llegará a las elecciones municipales o autonómicas con el aval de haber ganado ya una votación.

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