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Percival Manglano

¿Quién y qué hay detrás de UPyD?

Un partido sin ideología debería estar formado por personas sin ideología. ¿Es esto así?

Un partido sin ideología debería estar formado por personas sin ideología. ¿Es esto así?

Conocida es la aversión de UPyD a definirse ideológicamente. En su recién clausurado congreso nacional, Rosa Díez volvió a insistir en que su partido no es "ni de izquierdas ni de derechas". Raramente desaprovecha Díez en sus entrevistas la ocasión para resaltar su asepsia ideológica. En su página web, UPyD afirma que tiene "ideas, no ideologías".

Un partido sin ideología debería estar formado por personas sin ideología. ¿Es esto así? ¿Son los responsables de UPyD personas destacadas por no tener y no haber tenido nunca posicionamientos ideológicos? Repasemos para comprobarlo las biografías de quiénes componen el recién elegido Consejo de Dirección.

De sus 21 miembros, 6 han militado en el PSOE y 2 en partidos comunistas (Carlos Martínez Gorriarán y Katy Gutiérrez). De los seis exsocialistas (?), tres fueron miembros del Partido Socialista de Euskadi (Rosa Díez, Juan Luís Fabo y Gorka Maneiro), uno del Partido Socialista de Cataluña (Ramón Marcos), uno de las Juventudes Socialistas (Fernando Maura) y uno fue secretario de Estado con Felipe González (Luis Velasco). El caso de Maura es particularmente llamativo, ya que ha militado en cuatro partidos políticos distintos: PSOE, PDL, PP y ahora UPyD. Es el único miembro de la cúpula de UPyD que ha militado en un partido que no sea de izquierda. Los demás no han militado nunca en un partido político (predominan entre ellos los académicos).

En el Consejo Político de UPyD –órgano conformado por 150 personas y con la responsabilidad de actuar como foro de deliberación– también hay insignes exmilitantes de partidos de izquierda como el eurodiputado Francisco Sosa Wagner (PSP), Enrique Calvet (PSP y PSOE) y Manuel Lindo (IU).

¿Qué ha pasado en UPyD? ¿Han sufrido sus responsables con pasadas afiliaciones políticas una especie de amnesia ideológica por la cual se han convertido en meros técnicos de la política? ¿Por qué, si es supuestamente un partido sin anclajes ideológicos, resulta que prácticamente ninguno de sus responsables viene de la derecha?

La supuesta inconcreción ideológica de UPyD es, evidentemente, buscada. Está basada en una meditada estrategia para ocultar las raíces de una orientación ideológica general y atraer, así, a votantes de la orilla ideológica contraria. Esta estrategia les ha funcionado bastante bien. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, una parte significativa de sus votos procede de municipios (Las Rozas, Majadahonda, Pozuelo de Alarcón…) o de distritos de la capital (Chamartín, Salamanca, Retiro) con porcentajes de voto al PP tradicionalmente altos.

La explicación de este éxito pese a su camuflaje ideológico seguramente venga dada por su apuesta por la regeneración democrática (además de por su defensa de la nación española frente a las tendencias disgregadoras de la izquierda española). Puede que la regeneración no sea ni de izquierdas ni de derechas. Pero tampoco está siendo consistente UPyD en ella. No se entiende, por ejemplo, que se haya opuesto a la creación de las 43 circunscripciones electorales propuestas por el PP de Madrid en su proyecto de reforma de la ley electoral autonómica cuando esta iniciativa acercaría de manera evidente los diputados regionales a sus electores.

En cualquier caso, más allá de su tactismo electoral o de su consistencia regeneradora, hay dos cuestiones importantes que plantea su disimulo ideológico. Por un lado está la conocida fatal arrogancia de la izquierda. Antes que reconocer que estuvieron equivocados y que la ideología contraria ha demostrado ser más atinada que la suya, los altos cargos de UPyD han preferido decir que sus ideas transcienden las ideologías. Es, en suma, un ejemplo de libro del zorro que desprecia las uvas que no puede alcanzar.

Pero, por otro lado –y más importante–, al renunciar a definirse ideológicamente, UPyD hurta a los electores una información preciosa para juzgar no sólo lo que defiende sino cómo pretende alcanzar sus objetivos y el criterio básico que usaría para tomar decisiones una vez estuviese en el Gobierno. Ningún partido puede prever todas las decisiones que vaya a tomar si alcanza el poder. Los votantes lo saben, pero una ideología les ayuda a juzgar en función de qué principios dicho partido tomará sus decisiones llegado el momento. Cuando UPyD se niega a dar indicación alguna sobre si, por ejemplo, cree más en las libertades individuales que en los derechos colectivos, se está reservando un grado de discrecionalidad política peligroso. Importantes movimientos nacionalistas también han afirmado que transcendían la división derecha/izquierda con resultados desastrosos para sus ciudadanos (no es sorprendente en este sentido que se haya visto un paralelismo entre UPyD y la Falange).

Por todo ello, urge que UPyD se defina ideológicamente.

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