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Percival Manglano

Relato de una comida con la mayoría silenciosa catalana

Mi amigo cree que el Gobierno de la Nación ha estado demasiado ausente del debate político en Cataluña.

Hoy he comido con un amigo de Barcelona al que no veía desde que nació mi hija. Ha venido a recogernos a mi mujer, a mi hija y a mí a casa. Luego hemos salido juntos tras echar al gato okupa que últimamente se cuela en casa cada vez que abrimos la puerta de la entrada (es el gato de un vecino al que le encanta esconderse debajo de nuestra cama y, luego, zamparse el jamón con el que le sobornamos para que se vaya).

Mi amigo es un pequeño empresario catalán que se gana la vida a base de encontrar clientes. En casa de sus padres habla habitualmente en catalán. En su propia casa habla en varios idiomas, uno de los cuales es el catalán. Su hijo es un fanático del Barça, con lo cual él es, evidentemente, un asiduo del Camp Nou. En el minuto 17:14 de los partidos, cuando muchos aficionados se levantan a clamar "¡Independencia!", su hijo y él permanecen sentados en sus asientos (de hecho, un día su hijo el preguntó que por qué la gente gritaba algo sobre "Venecia").

A la pregunta de qué se siente, mi amigo responde que "ni catalán ni español". Lo que está es harto de las cuestiones identitarias. No quiere saber nada de ellas y no quiere que le obliguen constantemente a definirse. Lo que quiere es que los políticos le dejen en paz y, a ser posible, mejoren su nivel. Cada tertulia televisiva que ve, cada declaración política que escucha le confirman el bajo nivel de los políticos españoles, sean del partido que sean. Ha votado a todo tipo de partidos a lo largo de su vida, siempre dependiendo de quién le convencía más en ese momento.

El 9-N, claro está, no fue a votar. No quiso participar en algo ilegal. Exige seriedad a las iniciativas políticas y la consulta del 9-N no fue seria. Dicho esto, le gustaría poder votar legalmente (para votar que no a la independencia). Cree que la Constitución ha encarcelado a la democracia en España. No entendió que el Tribunal Constitucional limitase en 2010 el estatuto catalán tras haberse votado y aprobado en Cataluña. Cree que la solución sería que el Gobierno organizase un referéndum en toda España. Así se le pararían los pies a Mas y a Junqueras.

Mi amigo cree que el Gobierno de la Nación ha estado demasiado ausente del debate político en Cataluña. No entiende que cada vez que un miembro del Gobierno ha ido a Cataluña haya hablado en un acto de partido o de empresarios. Nunca ha tenido la sensación de que le hablasen a él. Pese a tener una pésima opinión de Mas, le reconoce su hiperactividad y su constante presencia en los medios. Le reconoce, además, su capacidad para definir los términos del debate: al centrarlo en el derecho a decidir, ha evitado que se hablase de lo realmente importante, que son las desastrosas consecuencias que tendría la independencia para Cataluña.

Mi amigo, en resumen, es parte de la famosa mayoría silenciosa en Cataluña. Está centrado en su trabajo y en su familia; quiere que los políticos no le creen más problemas de los que ya tiene. Una vez creado el problema del independentismo por la Generalidad de Cataluña, habría querido que el Gobierno nacional liderase una respuesta contundente para desactivarlo. No quiere que los políticos le arrinconen y le fuercen a tener que decidir sobre algo que ni le va ni le viene. Sus prioridades son otras. No quiere que los políticos definan sus prioridades. Se siente desamparado y no sabe a qué opción política acudir para que cambien las cosas.

Ha sido una comida muy agradable. Hemos hablado de muchas más cosas aparte de la política. Y mi hija se ha portado magníficamente bien, sin un atisbo de lloro. No puedo dejar de pensar, eso sí, que la sensación de desamparo de mi amigo debe de ser bastante común entre los dos tercios de catalanes que no acudieron a votar el 9-N. La iniciativa política pendiente más importante en Cataluña es la que dé respuesta a dicho desamparo. Cuanto más tiempo permanezca pendiente la iniciativa, más difícil será de dar la respuesta.

La buena noticia al llegar a casa ha sido que el gato okupa no ha aparecido por ningún lado.

www.pmanglano.com

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