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Pío Moa

A vueltas con el Ateneo de Madrid

La calidad de un país, si vale emplear tal concepto, se mide por la calidad y cantidad de sus instituciones, en especial las culturales, y España, desde hace siglos, no anda muy sobrada de ellas. Con todo, tampoco le han faltado por completo, ni mucho menos. Una de las más logradas y fructíferas fue antaño el Ateneo de Madrid, institución "liberal templada", más bien conservadora, aunque con altibajos, fuente y modelo de otros muchos ateneos, desde Barcelona a varias ciudades hispanoamericanas, tal vez hasta Manila, aunque de esto no estoy seguro. Fue una gran sede literaria, también del pensamiento y un poco de la ciencia española desde mediados del siglo XIX. Pero poco antes de llegar la II República se transformó en un centro de agitación política, y desde entonces no levantó cabeza, como señaló agudamente Azaña, a quien no faltó culpa en esa transformación. Bajo el franquismo conoció etapas brillantes, pero ya no era el antiguo Ateneo, pues dependía de algún ministerio. Durante la transición recobró su anterior situación jurídica y grandes esperanzas, pronto defraudadas en medio de cutres riñas de ineptos y radicales políticos (radicales libres, cabría decir), sin excluir a mafiosos en busca de una oportunidad. Que una institución con tal pasado esté naufragando en medio de una indiferencia generalizada, indica mucho sobre la salud cultural del país.

Ahora, la Junta de gobierno amenaza, según he leído, con cerrar el edificio si no recibe las subvenciones y ayudas que cree imprescindibles. Pero, ¿imprescindibles para qué? El Ateneo no representa hoy casi nada en el orden cultural ni (afortunadamente) en el político. Carente de ideas, le sobran, en cambio, energías para echar por tierra cualquier iniciativa medianamente original y constructiva. Ya comentaré algunos casos que he conocido. En tales circunstancias, ¿cómo justificar esas subvenciones, aparte de la mera necesidad de conservar el viejo legado (biblioteca, local, etc.)? Vendría a ser como una de esas publicaciones lujosas, tan frecuentes en España, con magnífica impresión, fotografía y papel, pero de contenidos perfectamente vacuos.

Dentro de unos días presentaré allí, si los hados no deciden otra cosa, un libro de ensayos con el título La sociedad homosexual –por el primero de ellos, referido no a la homosexualidad, sino al feminismo. Uno de los ensayos trata, precisamente, del Ateneo y sus posibilidades en la actualidad. Como el tema tiene un interés más amplio que el de la llamada, por Azaña, "masa anodina de socios" –con las excepciones de rigor–, trataré el asunto en algunos otros artículos.

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