El PSOE e IU se han quejado de que la manifestación contra la LOU solo recibiera un minuto y medio en el telediario de TVE-1. Tienen toda la razón. Cuanto más vean los ciudadanos las banderas rojas, republicanas y anarquistas, y oigan las absurdas consignas y las falsedades creídas (más o menos) y coreadas (con entusiasmo) por miles de chilladores encabezados por profesores, rectores y líderes políticos y sindicales, mejor entenderán el fondo de todo el gatuperio.
Cabe suponer que si las banderas rojas se adornasen con la esvástica, los rectores, cátedros, y líderes en general, rechazarían airadamente tan poco recomendable compañía. En cambio, encuentran natural la insignia de la hoz y el martillo. Y sin embargo, esta última bandera no representa menos que la nazi sino incluso más el genocidio, el terror y la tiranía, sus crímenes son mucho más recientes que los de Hitler, y continúan ahora mismo. La mayoría de los manifestantes, dirán algunos, no apoyan el comunismo. Seguramente es cierto. Pero también lo es que no se sienten disociados de las minorías totalitarias, y esa complacencia con ellas revela algo mucho más profundo que la mera oposición a la LOU. Ello aparte, un buen número de los "mangallones" como les llamaba Alberto Míguez allí presentes, militaron o al menos gritaron bajo tales banderas; y si no lo siguen haciendo abiertamente, una vez caído el muro de Berlín, se debe a instinto de adaptación y supervivencia, y no tanto a convicción o claridad de ideas.
Visto de otra manera, a gentes que desfilaran en compañía de los nazis y al lado de sus banderas ¿los consideraría alguien demócratas? Sin embargo estas gentes anti LOU no sólo desfilan junto a los comunistas, sino que, a coro con ellos, acusan de antidemócratas a quienes les rechazan. Parece improbable que vaya a tener éxito la pantomima, pero no sobra recordar cómo en la primera mitad de los años 30 la izquierda casi en pleno marxistas, anarquistas y los presuntamente más demócratas republicanos acusaron sin tregua de fascista a la moderada CEDA, y arrastraron a amplias masas a una actitud de enfrentamiento civil.
También abundaban en la manifestación las banderas republicanas. El republicanismo tradicional feneció en 1936, y su bandera pasó a servir de encubrimiento a los comunistas durante la guerra civil y, después, bajo el franquismo. En los años 70 no había republicanos más activos que los del FRAP, un grupo maoísta-terrorista. Cuesta trabajo creer que el viejo republicanismo resucite, pero en cambio sí está muy presente e impregna todo el movimiento su peor rasgo, es decir, el fanatismo jacobino.
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