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Pío Moa

El apoyo de la izquierda al terrorismo

No sólo durante los últimos años del franquismo, sino durante bastantes años de democracia, la izquierda española, con pocas excepciones, apoyó el terrorismo nacionalista vasco. Todos podemos recordar cómo la oposición a UCD, desde el PNV al PSOE, pasando por los comunistas, obstruía una eficaz lucha contra la ETA, que por lo demás la UCD tampoco tenía muchos redaños para emprender. Ya entrados los años 80, incluso en las manifestaciones convocadas contra acciones terroristas era imposible gritar contra la ETA. El lema “Vosotros, fascistas, sois los terroristas” se imponía, aunque el terrorismo fascista era insignificante al lado del izquierdista y nacionalista.

Las cosas cambiaron lentamente con el PSOE en el poder, y lo hicieron precisamente porque estaba en el poder, y los atentados le desgastaban, y porque sus militantes empezaron a sufrir ataques etarras. No obstante, resultó un fracaso la estrategia socialista, basada en gran medida en el apoyo y promoción del nacionalismo pretendidamente moderado y democrático del PNV, al que facilitaron, entre otras gangas, el control de la enseñanza y de los aparatos ideológicos que vienen deformando a generaciones de jóvenes –incluidos, como acaba de verse, los del propio PSOE– en el separatismo y la simpatía o comprensión del terrorismo. El hecho histórico es que el terrorismo y el nacionalismo vasco han funcionado en práctica simbiosis, como saben apreciar tanto el PNV como los nacionalistas catalanes, que intentan volver impotente la acción gubernamental contra la mafia etarra que tantos beneficios políticos les ha rendido, directa o indirectamente.

En realidad, muchísimos socialistas, por su educación ideológica, tienen un concepto muy negativo de España, y no consideran la subsistencia de nuestro país un objetivo importante. Más aún, para muchos de ellos, en Cataluña y Vascongadas sobre todo, acabar con la unidad de España es, si no un empeño definido, sí algo perfectamente deseable. Por tanto, no ven ahí una razón de peso para oponerse al terror. Quienes piensan lo contrario, como el alcalde de La Coruña, uno de los pocos políticos socialistas que dan una impresión de sensatez y firmeza, parecen más bien excepciones, y no se les ve con fuerza y determinación bastantes a corregir el rumbo del partido.

Otra causa para combatir el terror podría ser la defensa de la democracia, pero la izquierda ha vivido, y parte de ella vive aún, ensoñada en hueras utopías de fondo antidemocrático, y en intentos de aplicar una “pedagogía” de arbitrarias buenas intenciones, básicamente contraria a las libertades. Para eso querían el poder, y su balance de corrupción, degradación judicial, ataques a la libertad de prensa, etc., habla por sí solo. Ahora, disueltos tales fantasmas, el poder les interesa simplemente por el poder. Sus partidos han llegado a ser poco más que aparatos en busca de mando y empleo para una legión de aspirantes a vivir del erario público. Cabe sospechar que la única razón que anima al PSOE en su tímida y contradictoria política antiterrorista es justo el miedo a perder votos, pues se observa en la sociedad española, aun adormecida por muchos años de demagogia, una reacción frente a los peligros que la acechan.

Por todo esto, no era de esperar del PSOE una verdadera política antiterrorista ni una alianza con el partido que, en parte, sigue defendiendo la unidad nacional. Su alianza será, cada vez más, con los separatismos y haciendo indirectamente el caldo gordo al terror. El problema de la izquierda, como demuestran este y otros muchos síntomas, es que no ha hecho todavía su transición.

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