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Pío Moa

El síndrome de Besteiro

Cuando el PSOE se lanzó por la vía de la guerra civil, entre 1933 y 1934, hubo dentro de él una resistencia lúcida, representada por Besteiro y otros líderes de la UGT, como Saborit o Trifón Gómez. Todos ellos se opusieron con claros argumentos a Largo Caballero y a Prieto, que impulsaban hacia la catástrofe al partido. Y a España.

Durante el verano-otoño de 1933, Besteiro denunció “la locura dictatorial”, “la peste” que se extendía por el partido, advirtiendo que serían las masas quienes cosecharan “los desengaños y sufrimientos”. Dejó en claro que no existía aquel peligro “fascista” enarbolado por los bolcheviques para justificar su decisión de ir a la insurrección armada y a la guerra civil (decisión belicista expuesta así, literalmente, aunque ocultada o disimulada largo tiempo por una historiografía poco honrada). Ello aparte, los primeros en no creer en el peligro fascista eran quienes lo esgrimían, pues lo entendían sólo como táctica para poner a la derecha a la defensiva y soliviantar a la gente, creando un ambiente bélico. Discutiendo con Prieto, le anunció: “Vais a llegar al poder, si llegáis, empapados y tintos en sangre”, y total para nada porque luego vendría otra “cruel guerra fratricida con los comunistas, sindicalistas y anarquistas”. Y escribió: “Por ese camino de locuras decimos a la clase trabajadora que se la lleva al desastre, a la ruina, y en último caso se la lleva al deshonor, porque una clase obrera que se deja embaucar de esa manera, acaba por deshonrarse”.

Produce verdadera inquietud comprobar hasta qué punto Besteiro y los suyos acertaban en su diagnóstico de la situación y en la previsión del futuro, y sin embargo fueron barridos por los belicistas. No pudieron resistir al juego sucio practicado por los bolcheviques, mezcla de demagogia y maniobras inescrupulosas, sin olvidar el recurso a la violencia. Los besteiristas, maniatados por un respeto a las normas y a la disciplina de partido que sus contrarios no tenían, fracasaron, y el resultado fue el primer episodio de la guerra civil, en octubre de 1934, organizado por el PSOE en alianza con los nacionalistas catalanes y con cierta connivencia, al menos, del PNV. Guerra reanudada en julio de 1936 cuando las izquierdas, abusando del poder, empujaron a las derechas (y al país) a una situación crítica.

También hoy encontramos a un sector del PSOE, ávido de poder, que no vacila en poner en peligro la estabilidad democrática, en resucitar los odios del pasado y en aliarse con unos nacionalismos cada día más balcanizantes con vistas a “reformar la Constitución”. Reformarla, no en el sentido de asegurar la unidad de España y la democracia, sino de socavarlas. La situación no es tan grave como en los años treinta, pero es ciertamente muy grave. Y también existen ahora en el PSOE grupos que ven claramente el peligro y comienzan a advertir de él. La incógnita es: ¿serán capaces de imponerse o, al menos, de neutralizar a los demagogos desestabilizadores?

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