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Pío Moa

La ETA sabe tratar al Iluminado

La táctica etarra, nada torpe, consiste simplemente en espolear al Iluminado a recorrer el camino emprendido, a hacerle ver que no hay marcha atrás, pues si intenta cambiar el rumbo o quedarse a medias pueden volver los atentados mortales

No me parece muy acertado José María Calleja cuando, sumándose inconscientemente a los demagogos del gobierno, considera los dos años y pico que lleva la ETA sin matar como prueba que la banda está en las últimas. El argumento olvida que casi la mitad de ese tiempo corresponde al gobierno de Aznar, cuando los terroristas sufrían los rigores de la ley con efectos demoledores para ellos, mientras que el resto corresponde a una situación muy distinta. El gobierno actual no aplica la ley, sino que la vulnera, y no ha cesado de favorecer a los pistoleros: ha vuelto a legalizar sus organizaciones políticas, ha quitado cualquier traba a su presencia en el muy degradado parlamento vasco, ha arruinado el Pacto contra el Terrorismo, les ofrece una colaboración bautizada como diálogo y, en suma, difunde el mensaje de que en España el asesinato paga, de que es una forma legitimable (y formidable) de hacer política.
 
Pues toda la cuestión radica en el desarme, por emplear esta peligrosa palabra. Un gobierno democrático sólo puede negociar el desarme de los pistoleros, sin concesiones políticas. Pero también puede conseguir eso que llaman la paz por el método contrario: desarmando al estado de derecho, desarmando a la ley. En esto consiste, en suma, la línea del PNV, y también la receta del Iluminado de la Moncloa tras haber traicionado y roto el Pacto Antiterrorista.
 
De este modo el acoso a la ETA se ha transformado en acoso a los demócratas. El gobierno difama a cuantos denuncian la sandez de que entre él y los asesinos van a traer “la paz”, apoyando la sandez en la vileza de que oponerse al chanchullo significa desear la continuación del terror. La claudicación ante la ETA tiene su otra cara en maniobras como la división de sus víctimas directas, creando una organización aparte dirigida por una señora nazi (¿o es comunista? A efectos prácticos da lo mismo. Una totalitaria, en todo caso); o tratando de asfixiar, económicamente y mediante insidias a través de sus terminales mediáticas, a la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Con Aznar, la ETA estaba efectivamente acorralada. Con el gobierno actual se encuentra eufórica. Antes no podía matar, o apenas. Ahora, gracias a La Moncloa, ha podido reorganizarse y reforzar sus organismos de penetración en la sociedad vasca: si no mata es sólo porque no quiere, como viene probando contundentemente.
 
Algunos ilusos se extrañan de que la ETA, tan beneficiada, ponga bombas de vez en cuando. Asombra realmente que, después de tantos años, alguien siga sin entender el juego. Todo el problema radica en que el Iluminado de la Moncloa ha creado expectativas de triunfo para los etarras y los demás separatistas, pero le es difícil llegar hasta el final exigido por ellos: una negociación de igual a igual que abra paso definitivo a la secesión, aunque sea vagamente disfrazada. La dificultad no radica en que al Iluminado le preocupe en absoluto la separación de las Vascongadas (o de Cataluña), pues la unidad de España carece de importancia para él, lo ha demostrado sobradamente. Radica en que el proyecto está encontrando en la sociedad española más resistencia de la esperada, pese a las habilidades del PSOE y los separatistas para adormecer a la opinión pública y presentar lo negro como rosa.
 
La táctica etarra, nada torpe, consiste simplemente en espolear al Iluminado a recorrer el camino emprendido, a hacerle ver que no hay marcha atrás, pues si intenta cambiar el rumbo o quedarse a medias pueden volver los atentados mortales y arruinar toda su política. Las bombas colocadas periódicamente, aun sin causar muertos –sí bastantes heridos-, han creado situaciones de caos y graves daños materiales. Han logrado también sabotear a Madrid como sede de los Juegos Olímpicos (combinadas con el efecto psicológico de la colaboración de hecho del gobierno español con Al Qaeda en Irak). Cada bomba es una advertencia de lo que pasará si el Iluminado no cumple. La ETA sabe con quién trata y sabe cómo tratarlo. Ustedes recordarán a la chica del entorno etarra comunicando a un preso las magníficas perspectivas que les habían llegado, no sé si directa o indirectamente, del gobierno: “¡El tío quiere que el den el premio Nobel de la paz!”, le contaba, entre carcajadas, al preso.

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