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Pío Moa

Los obispos y el clero nacionalistas

Los obispos y buena parte del clero vascos desaprueban el documento episcopal contra el terrorismo, aparentemente porque implica una crítica al nacionalismo. Sin embargo, la crítica es inevitable. El terrorismo por excelencia en España es el terrorismo nacionalista vasco. Hay otros nacionalistas no violentos, en apariencia, pero ocurre que el PNV (como, indirectamente, los nacionalistas catalanes), han rentabilizado sin escrúpulo los crímenes de ETA, y de ahí que los “no violentos” se nieguen a ir más allá de las condenas retóricas a los asesinos. Cuando al aparato político-mafioso de la ETA se le intenta poner fuera de la ley, el PNV se rasga las vestiduras invocando las libertades, (y también CiU opone mil reticencias), pero cuando “los chicos” privan a gran número de ciudadanos de la libertad de expresión y de otros derechos, incluso de la vida, entonces no tienen nada que decir. Al contrario, a quienes denuncian la situación les oponen la cínica consigna de que “En Euskadi se vive muy bien” Y, por cierto, ellos viven muy bien con el terrorismo, pues la privación de libertad de los ciudadanos beneficia en primer lugar al PNV.

Tanto el nacionalismo terrorista como el que se dice pacífico, cuentan con el apoyo y la simpatía de un elevado porcentaje del clero vasco, incluyendo al episcopado, y ésta es precisamente una de las bazas políticas y sociales más importantes de aquellos. A su vez, ese apoyo y simpatía hace de esa parte del clero cómplice, en mayor o menor medida, de esa interminable sarta de crímenes sórdidos y macabros, privados del menor asomo de ética o de épica, que constituye, dicen, la “lucha por la libertad de Euskadi”. ¿Qué mejor prueba de la vileza y falsedad de esa lucha y de esa libertad que los medios utilizados? Medios y fines son aquí tales para cuales. Pero a esos clérigos les ciega su pasión nacionalista. Afirman que desde el punto de vista moral, el nacionalismo es una opción política en principio como otra cualquiera. Hablando en general puede ser así, pero no cuando se trata del nacionalismo vasco. ¿Cómo puede aceptarse desde la ética una doctrina que busca deliberadamente convertir en separación y odio la “amistad y hermanamiento” entre los vascos y los demás españoles, según deploraba Sabino Arana? ¿Cómo puede dejar de condenarse moralmente una doctrina de contenido esencialmente racista y violento, sembrador del odio y de pretensiones de superioridad que serían simplemente ridículas si no trajeran resultados tan siniestros?

Pues puede hacerse, y esos clérigos lo hacen. Y por algo. Los nacionalistas, desde Arana, pretenden que los vascos –entiéndase, los vascos nacionalistas– son superiores no sólo intelectual, sino también moralmente, a los “maketos”, porque son los únicos verdaderamente cristianos y católicos. Esa tontería, la de ser una especie de “pueblo elegido”, ha seducido a cientos de clérigos que, por esa misma seducción, demuestran su debilidad intelectual y moral, tal como la calidad de la “libertad de Euskadi” se demuestra inapelablemente en el género de “lucha” a que ha dado lugar.

Y se demuestra también en la necesidad constante de la mentira. Dice Arzallus que también durante la guerra un obispo vasco, Múgica, y otro catalán, Vidal i Barraquer, rehusaron firmar la Carta colectiva del episcopado, y por eso fueron condenados al exilio. En realidad Múgica no era nacionalista, sino tradicionalista, fue de los primeros en justificar el alzamiento, definiéndolo prácticamente como cruzada, y condenó al PNV por aliarse con quienes estaban exterminando a la Iglesia en el resto de España. Y Vidal manifestó en privado su acuerdo con la forma y el fondo de la Carta colectiva. Pero ambos rehusaron firmarla arguyendo que la misma ocasionaría un recrudecimiento de la persecución religiosa. Su efecto fue el contrario, pues la denuncia internacional obligó al Frente Popular a contenerse. Es cierto en cambio que el franquismo no permitió el regreso de Múgica hasta muy tarde, y no permitió en absoluto el de Vidal, por no haber firmado y, en el caso de Vidal, porque, a pesar de sus numerosas manifestaciones privadas de acuerdo con los nacionales, nunca hizo una declaración pública en tal sentido. Que ahora el recogenueces Arzallus quiera recoger también ésta, haciendo de Múgica una especie de Setién, muestra también su calidad moral. Quizá algún obispo podría decir algo al respecto.

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