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Pío Moa

¿Pastoral o política perversa?

Que un clero politizado aproveche una pastoral para hacer política directa no es, por desgracia, nada nuevo, y la prueba de que la pastoral de los obispos vascos entronca con la política nacionalista está en la adhesión del PNV y de Batasuna a ella, y en el herido sentimiento de rechazo entre las víctimas de los crímenes y abusos nacionalistas.

La pastoral tiene frases asombrosas: “Nadie ha de subestimar las señas peculiares de este país, como son, entre otras, la lengua y la cultura”. ¿De qué lengua y cultura hablan? En Vasconia la lengua materna de la gran mayoría es el español común, y su cultura es también vastamente compartida con el resto de España. Estos son también señas propias del País Vasco, y sólo en ese contexto cultural e histórico puede hablarse de las otras peculiaridades. Ahora bien, los no nacionalistas no aspiramos a suprimir esas señas, mientras que los nacionalistas socavan y agreden constantemente los rasgos que unen a los vascos con el resto de España, y aspiran a destruirlos, como cuando pretenden que el vascuence es la esencia del “ser” vasco. ¿Ignoran esto los obispos? ¿No debieran amonestar a quienes hacen de las “peculiaridades” un factor de división y de odio? Pues no. Amonestan a las víctimas.

La frase continúa, aún más asombrosamente, aconsejando a los no nacionalistas “no alimentar en su espíritu la sospecha de que la connivencia con el terrorismo anida, al menos de manera latente, en el corazón de un nacionalista”. Cierto que en el corazón de muchos nacionalistas no hay connivencia, sino identificación plena, con el terrorismo, puesto que éste es nacionalista y tiene sus raíces en el PNV. Sin duda una minoría de peneuvistas aborrece los asesinatos, pero, o actúa muy poco contra ellos, o está aislada en su partido, cuya política consiste en no perseguir a los asesinos y boicotear cualquier medida efectiva y práctica para combatirlos, movilizándose, como, ahora mismo, contra la proscripción de la mafia batasuna, cuyo disfrute de las ventajas y las subvenciones legales quieren preservar a toda costa. ¿Cómo pueden esos obispos negar la evidencia? ¿Es que comparten la creencia nacionalista de pertenecer a una raza especialísima y nos toman a los demás por idiotas? ¿Es que negar la realidad de manera tan grosera puede identificarse con el espíritu evangélico? ¿Y puede traer algo bueno a la Iglesia?

E intentan adoctrinarnos: “Ser nacionalista o no serlo no es ni moralmente obligatorio ni moralmente censurable. Es un asunto de convicciones, de historia familiar, de tradición cultural y de sensibilidad moral”. Lo mismo podrían decir del nazismo o del comunismo. Pues el hecho real es que el nacionalismo nace con la vocación de romper la amistad y la fraternidad, que tanto deploraba Arana, entre los vascos y los demás españoles, y de dividir la sociedad vasca, excluyendo a quienes no compartan sus ideas. Y que tales objetivos los están logrando mediante el crimen mafioso organizado y la mezcla de vista gorda y de aprovechamiento interesado que hacen de ese crimen los nacionalistas supuestamente moderados. Cuando esto ocurre a la vista de todos, ¿es admisible el tono inocuo y neutro empleado por los obispos? ¿O ignoran lo que ocurre, a pesar del clamor creciente de la sociedad? ¿O es precisamente ese clamor el que les molesta y alarma? El resultado de esta intromisión política de los obispos vascos, evidentemente nacionalistas, no va a ser feliz para la Iglesia.

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