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Pío Moa

¿Tanto daño hace un hombre?

No, la muerte de Ben Laden es sin duda un hecho positivo en la lucha contra el terror islámico. Pero el problema tiene mucha mayor amplitud, y en él ese personaje constituye solo un dato, sin duda importante, pero secundario.

Debido a la potencia tecnológica de Usa, mucha gente tiene una idea excesiva de su poderío militar y político y la cree capaz de imponerse sin restricciones en cualquier lugar del mundo, sea como salvadores universales sin los cuales los demás estaríamos perdidos, sea para denigrarla como el origen de todos los males sobre la Tierra. La verdad es que no pueden –ni deben– resolver todos los problemas del mundo. Por lo común Usa defiende buenas causas y Europa nunca podrá pagarle lo que hizo por ella en la última guerra mundial y en la guerra fría. Pero no siempre ocurre así; además, no defiende solo –en general– las libertades, también intereses nacionales que pueden chocar con los de otros países.

En realidad las posibilidades de intervención useñas son bastante limitadas. Usa lleva muchos años en lucha con el integrismo islámico, poco apoyada por sus aliados europeos (y saboteada por Zapatero), y ha cosechado algunas derrotas, como en Beirut o Somalia, otra de la envergadura de Irán, y ninguna victoria definida, pues las guerras de Afganistán e Irak distan de estar resueltas. Tampoco sabemos aún hacia donde derivarán las revoluciones actuales en los países árabes. Otro aspecto es el enorme coste económico de estas operaciones y su extensión en el tiempo sin perspectivas claras de victoria definitiva, lo cual debiera suscitar una colaboración europea más intensa.

Lo anterior viene al caso de la muerte de Ben Laden. Tiene algo de absurda o infantil la alegría en Usa por el hecho, como si el objetivo real de las guerras de Afganistán e Irak fuera la liquidación de aquel, y como si con ello el problema estuviera resuelto o al menos medio resuelto. Por otra parte, que hayan tardado casi diez años en dar con él no dice mucho de la habilidad y poder useños. Leo también que el coste derivado de la lucha contra Ben Laden ha sido de 1,3 billones de dólares, lo que suena terriblemente desproporcionado. Y cuando se atribuye a sus atentados nada menos que una recesión mundial en 2001, la crisis actual y la elevación del precio del petróleo, entramos ya en el reino de lo fantástico. Hoy, un grupo pequeño de terroristas puede ocasionar daños realmente muy graves, pero si Ben Laden, sin disponer de un estado ni de un ejército, causó todos los males que se le achacan, sería un caso único en la historia, y casi podríamos decir que debe haber muerto satisfecho.

No, la muerte de Ben Laden es sin duda un hecho positivo en la lucha contra el terror islámico. Pero el problema tiene mucha mayor amplitud, y en él ese personaje constituye solo un dato, sin duda importante, pero secundario.  

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