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Pío Moa

¿Traicionó Stalin al frente popular?

Hace poco reseñaba el New York Times el libro Spain betrayed (“España traicionada”) basado en los archivos soviéticos, sobre la política de Stalin en la guerra civil española, “ese vórtice de noble fracaso y de romanticismo internacional”. En conclusión, da la razón a Orwell: Moscú “no luchó por la causa buena y moral contra el fascismo”, sino por implantar una dictadura propia. ¡El Mediterráneo, al fin hallado!. El libro no descubre nada nuevo, sino que abunda en lo que cualquier persona informada y sin prejuicios sabía desde hace mucho tiempo, también sin necesidad de recurrir a Orwell. Bastan los escritos del propio PCE, empezando por los discursos de su jefe José Díaz, recogidos en el libro Tres años de lucha, para entender que la democracia defendida por la URSS y sus agentes comunistas era “de nuevo tipo”, como la “democracia popular” impuesta años después en varios países europeos. Muchos historiadores-propagandistas han propalado con éxito la idea contraria, desafiando la evidencia y la lógica, pero ello sólo prueba el enorme peso de la mentira en la formación de la opinión pública. De qué nos vamos a extrañar, cuando hoy seguimos oyendo en España mil tonterías sobre la república, la guerra y últimamente el maquis.

Pero el hallazgo del Mediterráneo no es completo, y requiere completarse con el de los Pirineos, por ejemplo, aún ocultos para el New York Times. ¿Traicionó Stalin a España (quiere decir al Frente Popular)? Pues no. Fueron las izquierdas españolas las que se pusieron voluntariamente en manos del dictador soviético al ceder a éste el tesoro español y renunciar a su control. El gobierno se componía de revolucionarios, no demócratas, más una representación secundaria de grupos como la Esquerra catalana o el de Azaña torpedeadores de la legalidad republicana, o del PNV, listo para vulnerar pactos y leyes con pleno descaro. De hecho, todos sabían a qué atenerse en relación con sus socios de gobierno y sobre la causa defendida aunque por razones de oportunidad política se les llenase la boca de democracia.

Las traiciones, en todo caso, fueron mutuas y sostenidas entre los componentes del Frente Popular. Y, a decir verdad, sólo gracias a la ayuda de Stalin –bien cobrada— y a la disciplina comunista pudieron sostener la guerra durante tres años, con esperanzas racionales, en algunos momentos, de ganarla.

Cierta arrogancia anglosajona lleva al comentarista del NYT a pasar por alto la historiografía española y a citar como “muy buenos libros” los de H. Thomas, P. Preston y Burnett Bolloten. El libro de Thomas, si bien muy notable en su momento, está ciertamente superado hoy día; no así el excelente de Bolloten. En cuanto a los de P. Preston, calificarlos de “buenos” requiere una elevada dosis de ignorancia en el calificador.

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