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Pío Moa

Usa no es tan fuerte

En general, aunque no siempre, Usa ha defendido la libertad y la democracia, tiene derecho a atacar el terrorismo, y se encuentra actualmente en una posición hegemónica en el mundo. Por otra parte, se ha encontrado con unos aliados europeos cuya mezcla de cobardía e ingratitud los hace muy poco dignos de aprecio. Añádanse los problemas que asoman, no sólo el terrorismo, sino la profunda inestabilidad del mundo musulmán, el creciente poderío chino, o rivalidades tan peligrosas como las de Pakistán y La India. Ante tales hechos, problemas y expectativas, la línea entre la determinación audaz pero razonable, y la imprudencia, es fácil de cruzar. Así, parece estar imponiéndose en Usa una doctrina que pretende asegurar indefinida y definitivamente su superioridad en el terreno militar y político, limitando a su conveniencia la soberanía ajena, y hurtándose a las normas internacionales exigibles para los demás. Se trata de un caso de hybris, u orgullo desmedido, nada nuevo en la historia y que nunca ha acabado bien.

La defensa de la cultura y la libertad occidentales depende en gran medida de Usa, y si Bush se mostrara débil, al estilo de Carter, por ejemplo, el horizonte se ensombrecería mucho para todos nosotros. Pero creer que puede en nombre de la libertad reducirnos a los demás a meros satélites suyos, y que su poder militar le garantiza salir triunfante en cualquier situación, resulta, como mínimo, imprudente. Napoleón invadió España también bajo las banderas de la libertad y el progreso, y con un ejército en apariencia invencible, pero no sólo no logró imponerse, sino que hizo odiosos tales ideales para mucha gente, y retrasó la evolución española hacia ellos.

La superioridad material de Usa es hoy día apabullante, pero también lo era en Vietnam, y no le libró de salir de allí con el rabo entre las piernas. Los comunistas supieron combinar su férrea organización con el sentimiento patriótico, y esa fuerza resultó invencible. Lógicamente, Vietnam no podía soñar con derrotar a Usa como tal, pero sí con hacerla fracasar en su territorio. Después de Vietnam, las operaciones useñas han sido cautelosas, manejando en todos los casos una superioridad aplastante y corriendo los mínimos riesgos. Han cosechado éxitos en Granada, Panamá o Irak, pero también algunos fracasos dignos de reflexión, como en Beirut, donde la triunfal llegada de los marines se transformó rápidamente en una retirada luctuosa, o en Somalia, donde unas bandas de desharrapados pusieron en ridículo reiteradamente a esas unidades especiales superentrenadas y superdotadas de medios técnicos, que tanto juego dan en las películas de acción. Ahora, en Afganistán parecen haber alcanzado una gran victoria, pero ¿ha terminado la lucha, o no ha hecho más que empezar?

Pues aunque globalmente Usa supere a cualquier enemigo, no lo hará ni puede hacerlo en cada lugar del planeta, y sus pretenciosas aspiraciones alimentarán probablemente la resistencia en muchos lugares, hasta llevar su poderío al agotamiento. Incluso su enorme y ultracomplejo poderío bélico es más vulnerable de lo que parece, y por otra parte, los previsibles fracasos en una lucha prolongada harán crecer, dentro de su propia ciudadanía, las resistencias y las tendencias a la claudicación.

La magnitud de los desafíos con que amanece el siglo XXI aconseja la mayor unidad y resolución entre las democracias y los demócratas de todo el mundo. Sin embargo, la mayoría de los gobiernos europeos, cuyos países deben en gran medida a los useños su paz, su libertad y su riqueza, no muestran normales discrepancias tácticas dentro de un espíritu de cooperación, sino una hipócrita actitud de sabotaje. Cabe suponer que conductas tan miserables alimentarán doctrinas satelizadotas como la mencionada. Pero por otra parte, los países que se resignaran a satelizarse en nombre de un supuesto “realismo” perderían su dignidad y se arriesgarían a procesos de descomposición interna. Para España, por ejemplo, sería peligroso ignorar las realidades exteriores y nuestra básica coincidencia de intereses con Usa en la lucha actual, o subestimar el poderío de esta superpotencia. Pero aún sería más peligroso aceptar convertirnos en protectorado, centrando nuestra política exterior, e incluso interior, en ganarnos la simpatía de tales o cuales camarillas del poder useñas, olvidando que nuestros asuntos y nuestros intereses dependen fundamentalmente de nosotros mismos.

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