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Pío Moa

Verdades y coincidencias

En la charla de los martes de César Vidal alguien le pregunta por qué algunos grupos de extrema derecha parecen encantados con algunos de sus escritos y con otros míos. En lo que a mí respecta, no es difícil de entender. En estos últimos veinte años la extrema derecha ha sido “satanizada”, como suele decirse, y culpada de todos los males y miserias de nuestra historia reciente, en particular de la guerra civil. Por consiguiente, que alguien demuestre —creo haberlo hecho— que las cosas fueron algo más complicadas, tiene que parecerles muy bien.

Este modo de juzgar por coincidencias parciales revela una pereza intelectual muy extendida, siempre explotada por los manipuladores de turno. Por ejemplo, Stalin, en su paranoia contra Trotski —tan parecido a él pero con mala suerte—, le encontraba ocasionales coincidencias con el “capitalismo yanqui”, con los nazis o con quien fuera, para justificar que uno y otros eran lo mismo. Entre esas “coincidencias” estaba el hecho —real— de que algunos potentados useños (de Usa) patrocinaban actividades de Trotski. Por esa vía podía recordarse cómo Lenin recibió financiación de procedencia capitalista useña, así como del estado mayor alemán, que también le facilitó el tránsito por Alemania, en plena guerra mundial, para que fuese a organizar la revolución en Rusia. Lenin no se privaba de nada. El propio Stalin facilitó el rearme clandestino alemán en el periodo de entreguerras, y recibió ayuda técnica del sector más reaccionario de Alemania. Estos hechos, si bien un tanto misteriosos y nunca explicados del todo, no bastan para identificar al sistema staliniano con el militarismo prusiano, como no identificaban a Trotski con el capitalismo useño.

Opinar sólo por tales coincidencias refleja, pues, pereza mental, aunque en parte es inevitable porque, como observaba Tocqueville, dependemos de “ideas dogmáticas”, es decir, de ideas recibidas que damos por buenas sin comprobarlas, ya que si tuviéramos que investigar y llegar a la verdad por nuestros propios esfuerzos, sólo la alcanzaríamos en muy pocas cosas. ¡Para empezar, el tiempo de vida no da más de sí! No obstante, en la pequeña parcela en que he investigado, he llegado a conclusiones como que la guerra civil fue preparada por la izquierda, que por entonces era casi toda ella extrema, y no por la derecha, ni siquiera por la extrema (la Falange, por ejemplo, no inició el duelo terrorista en 1934 y en 1936, sino que replicó al acoso y los asesinatos de que la hacían objeto sus enemigos). Esto, sin duda, gustará a unos y disgustará a otros, pero eso carece de importancia. Lo que cuenta es si es verdad o no. Creo haber ofrecido datos y argumentos suficientes, siempre sujetos a mayor afinamiento y discusión por parte de quienes también se han volcado en estos estudios y, por tanto, suministran al público ideas elaboradas. Por desgracia, el debate es sustituido a menudo por manipulaciones como esa de las coincidencias.

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