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Porfirio Cristaldo Ayala

Engaño populista

En el lenguaje mágico latinoamericano, los engaños del populismo se sustentan en ideas increíblemente torpes, aunque no por ello menos efectivas. En un reciente Foro Social los socialistas insistieron hasta el hartazgo que el capitalismo neoliberal fundió a Bolivia y empobreció a otros países, incluyendo a la Argentina, Brasil y Paraguay. No es así.
           
Lo que fundió a Bolivia, Argentina y a otras infortunadas naciones del barrio latino es el estatismo, sistema económico predominante en América Latina. Esta absurda confusión ha permitido a los socialistas culpar al capitalismo de la pobreza y el atraso causados por el estatismo durante décadas.
           
La Argentina es un buen ejemplo. La Constitución de Alberdi (1853) instauró el capitalismo y en unas pocas décadas convirtió a Argentina en uno de los diez países más ricos del mundo. Pero en los años 30 surgió el auge estatista y cambió su suerte. En lugar de competencia, se promovió el monopolio y la planificación estatal. El resultado fue despilfarro e ineficiencia. Los presidentes Alfonsín, Menem y De la Rúa terminaron de liquidar al país, el primero con la hiperinflación, el segundo con la corrupción y el último con una deuda colosal. Las reformas de los años 90 privatizaron las empresas estatales y eliminaron la hiperinflación, pero dejaron intacta la maquinaria política clientelista y corrupta que endeudó a la nación hasta asfixiarla.
           
En Latinoamérica, el capitalismo es una curiosidad. Bajo ese sistema de cooperación social basado en la libertad económica, los gobiernos velan por la seguridad de las personas y sus bienes, y sólo arbitran la economía para evitar el fraude y coerción. Las devaluaciones, inflación, proteccionismo, corrupción, elevados impuestos, clientelismo, el “corralito”, el default (cesación de pagos) y los subsidios a sectores privilegiados que han empobrecido a los pueblos latinoamericanos nada tienen que ver con el capitalismo.
           
La confusión sobre cuáles gobiernos son capitalistas y cuáles no, surge en parte por el hecho que ningún país es enteramente capitalista o estatista. Algunos son más estatistas que otros, dependiendo de sus restricciones a la libertad económica. Aún en Cuba hay algo de capitalismo, como hay socialismo en EEUU. Es una cuestión de grados. Pero ahora es posible precisar objetivamente el nivel de estatismo y capitalismo de los países. La medición de la libertad económica se ha sistematizado. El Fraser Institute de Canadá y el Heritage Foundation de EEUU publican anualmente índices de libertad económica sobre unos 123 países.
           
La libertad económica es mayor cuanto más se protegen los derechos de propiedad. La protección de la propiedad implica no sólo descartar las expropiaciones, sino garantizar la libre competencia, seguridad jurídica, disciplina fiscal, moneda sana, bajos impuestos, nula corrupción, mercados abiertos, lo mismo que la ausencia de subsidios, trabas al comercio y monopolios estatales. Los pueblos ahorran, invierten, crecen y prosperan cuando se protege la propiedad; en caso contrario, se hunden.
           
Los países de mayor libertad económica, como Suiza, Singapur, Canadá, Nueva Zelanda, Irlanda, Holanda, EEUU, Australia, Inglaterra, Dinamarca, Finlandia y Chile, son los más capitalistas y prósperos. Los países de menor libertad económica, como Paraguay que ocupa el puesto 64, entre 123 países (Informe Anual 2003 del Fraser Institute), Bolivia #50, Argentina #56, Haití #77, Brasil #82 y Venezuela #103 son los más estatistas y atrasados.
           
El estatismo causó el estallido social en Bolivia. Ese país ha sido asfixiado por las excesivas regulaciones, politización y un gasto público desmesurado que el FMI recomendó equilibrar, no profundizando las reformas y reduciendo la burocracia sino aplicando más impuestos. Del mismo modo, Paraguay es pobre a causa de la falta de libertad económica caracterizada por la corrupción, expropiaciones y regulaciones arbitrarias, clientelismo, inseguridad, informalidad y monopolios.
           
Los devotos del Estado repiten con fanatismo las denuncias de la izquierda sobre el “capitalismo neoliberal” sin importarles el absurdo que supone hablar de capitalismo en países eminentemente estatistas. Pero en el barrio latino todo es discutible. En lo único que no hay discusión es en el hecho que las libertades económicas determinan, sin excepción, que algunos pueblos progresen y otros se eternicen en la miseria.
 
Porfirio Cristaldo Ayala es corresponsal de © AIPE en Asunción y presidente del Foro Libertario.
 

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