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Porfirio Cristaldo Ayala

Los bueyes por delante

Paraguay está inaugurando una nueva economía, pero no la economía del Internet, sino la vieja política económica estatista, una reliquia de la guerra fría que propugna la necesidad de elevar la presión tributaria con el fin de promover el desarrollo. Para salir adelante, el país tendrá que superar no solo un atraso de 40 años, sino también la anticuada mentalidad de sus políticos.
 
El gobierno, que acordó con el FMI aumentar la presión tributaria para obtener un préstamo “stand by” y evitar la cesación de pagos, sorprendentemente no defiende el “impuestazo” como un sacrificio indispensable para incrementar la recaudación y cumplir con las metas pactadas con el Fondo. El equipo económico gubernamental asegura -pese a que el país arrastra siete años de recesión- que una mayor carga tributaria es la única forma de impulsar el crecimiento.
 
Ubicando el carro por delante de los bueyes, los gobernantes afirman que ningún país puede crecer con los niveles de presión tributaria que tiene el Paraguay (9,7% del PIB), muy por debajo de los niveles tributarios vigentes en la región. Lo que están diciendo con ello es que si los países más productivos y ricos gastan más, la única forma que Paraguay pueda crecer es también gastando más. La solución para los pobres es hacer lo que hacen los ricos: gastar más. No se les ocurre pensar que los países desarrollados gastan más porque pueden hacerlo.
 
El error de pretender imitar las políticas de países ricos es bastante común. A menudo los intelectuales y políticos de países pobres creen que si los países desarrollados adoptan políticas como el subsidio a la agricultura, el proteccionismo y el seguro contra el desempleo, una forma de impulsar el bienestar de sus pueblos es hacer lo mismo. No ven que esas políticas pueden ser contrarias al progreso y que los países ricos las realizan gracias a que son ricos, aún a expensas de su crecimiento. Es un lujo que los pobres no pueden darse.
 
Pero los países ricos también fueron alguna vez países pobres. Cien años atrás, Europa, EEUU y Japón eran países subdesarrollados, no muy diferentes al Paraguay de hoy. También Corea, Taiwán, Hong Kong, Singapur, Malasia, 40 años atrás eran países del Tercer Mundo, incluso estaban peor que Paraguay, como lo demuestra la inmigración de coreanos en los años 1960. Lo que debe interesarnos es copiar las políticas que estos países utilizaron para comenzar a crecer e impulsar su desarrollo, cuando todavía eran países pobres.
 
Entre las políticas que promovieron el desarrollo de los países del Primer Mundo no existe la aplicación de una elevada presión tributaria. El aumento de los impuestos fue resultado del crecimiento y no al revés. Los países prosperaron, sin excepción, gracias a políticas de bajos impuestos, sólidos derechos de propiedad, mercados libres y abiertos, ausencia de subsidios y de proteccionismo, gobiernos limitados, austeridad fiscal y disciplina monetaria.
 
Pero el equipo económico sabe mejor. Sabe que los bueyes deben tirar el carro. Sabe que la mentada presión tributaria (recaudación como porcentaje de la producción total) no mide gran cosa, excepto la ineficiencia y corrupción en la administración tributaria. Sin crear nuevos impuestos ni hacer reformas, con solo reducir la excesiva evasión (65%) y contrabando, la presión tributaria podría duplicarse. De hecho, mediante una mejor administración, la recaudación y la presión tributaria están en ascenso.
 
Lo que busca el equipo económico con el aumento de los impuestos es incrementar la inversión pública, que los estatistas consideran indispensable para estimular el crecimiento, sin tener que reducir el gasto y los sueldos de la enorme clientela política. Craso error. La inversión debe elevarse cortando el gasto superfluo y la evasión, y no cargando más impuestos sobre la gente. El gasto en proporción al PIB ya es muy alto.
 
Más importante, los países ricos crecieron mediante la inversión privada, no pública. Y los bajos impuestos y la ausencia de regulaciones han sido el principal factor para promover una mayor actividad económica, la formación del capital y el aumento la productividad. Aún hoy, los países ricos recurren al recorte de impuestos para reactivar sus economías y crear empleos.
 
© AIPE
 
Porfirio Cristaldo Ayala, corresponsal de AIPE y presidente del Foro Libertario

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