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Porfirio Cristaldo Ayala

Países sin litoral

Lo que necesitan los países pobres, mediterráneos o no, para competir y prosperar, no son limosnas de los países ricos, sino el libre comercio como nos enseñan los economistas desde hace más de 200 años.

Los ministros de Comercio de 31 naciones en desarrollo sin litoral marítimo se reunieron en Paraguay para discutir la necesidad de obtener ventajas comerciales a fin de competir en igualdad de condiciones con los países que tienen costas al mar. Los beneficios que solicitarán a la Organización Mundial del Comercio son para compensar el alto coste del transporte que encarece la exportación e importación de sus productos, los mantiene aislados de la globalización y frena el crecimiento de sus economías. Antes la causa del atraso era el neoliberalismo. Ahora es la naturaleza.
 
Las naciones sin litoral tienen costes de transporte entre 10% y 15% más altos que los demás países. Ello no solo encarece sus productos de exportación, restándoles competitividad, sino también encarece la importación de bienes de capital, insumos industriales y productos de consumo, incrementando el coste de los bienes exportables y dificultando el acceso a los mercados globales. No es cierto, sin embargo, que el estancamiento de sus economías se deba a la mediterraneidad, como se evidencia en los países ricos como Suiza que tampoco tienen litoral marítimo.
 
La economía de los países mediterráneos pobres no crece a causa de sus propias barreras proteccionistas y elevados impuestos que dificultan y encarecen el comercio exterior. Liberalizando el comercio, eliminando los altos impuestos a la importación y la exportación, retirando las trabas no arancelarias, reduciendo al mínimo los trámites burocráticos, flexibilizando las leyes laborales y controlando la corrupción, desaparecería la desventaja de los mayores costes del transporte y podrían competir favorablemente con sus vecinos con litoral marítimo pero elevados impuestos.
 
En Paraguay, por ejemplo, se podría reducir el coste de transporte de bienes a los puertos marítimos a una cuarta parte del coste actual con la construcción de la Hidrovía Paraguay–Paraná que hará posible la navegación de buques de gran calado hasta puertos de aguas profundas. Pero, ¿de qué serviría la Hidrovía si en las aduanas el pago de elevados impuestos, sobornos, robos de mercaderías y engorrosos trámites encarecen nuevamente los productos como si los mismos tuvieran que ser transportados a lomo de burro por cientos de kilómetros hasta los centros de consumo?
 
Los aranceles que cobran los gobiernos tienen exactamente el mismo efecto que los costes de transporte sobre la exportación e importación de bienes. Brasil podrá tener modernos puertos marítimos, pero ello no les favorece en nada a los exportadores e importadores que deben enfrentar altos aranceles, a costa de su competitividad en los mercados globales. Los subsidios y beneficios a la exportación sirven de poco a los exportadores brasileños que deben pagar excesivos impuestos, propios de países del Primer Mundo, pero con servicios públicos del Tercer Mundo.
 
Bolivia podría construir un moderno ferrocarril hasta un puerto marítimo en el Pacífico que reduzca a casi cero los mayores costes del transporte que enfrenta su comercio exterior por carecer de litoral marítimo. No obstante, los productos de importación que llegan al país y los de exportación que salen, todavía deben pasar por encima de una “muralla china” de elevados impuestos y tarifas aduaneras, que volvería a encarecer el coste de los bienes, restándole competitividad a su producción y frenando su economía.
 
No es la falta de litoral marítimo ni los obstáculos de la naturaleza los que perjudican a los países pobres aislándolos y condenándolos al atraso, sino las malas políticas de sus gobiernos que imponen trabas y elevados aranceles aduaneros para proteger a sectores privilegiados y financiar buena parte del derroche estatal, olvidando que para compensar su mediterraneidad necesariamente deben reducir a un mínimo o eliminar los impuestos a la importación y exportación. La reducción de aranceles se debe hacer unilateralmente, como hizo Chile, sin necesidad de negociar tratados de libre comercio y concesiones recíprocas con otros países.
 
Lo que necesitan los países pobres, mediterráneos o no, para competir y prosperar, no son limosnas de los países ricos, sino el libre comercio como nos enseñan los economistas desde hace más de 200 años.

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