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Radicales Libres

El Prestige no mató ni a un triste percebe

El fuel del Prestige no mató ni un triste percebe. Al contrario, a la maltrecha pesca de bajura gallega le vino de perlas la parada en la actividad que supuso el siniestro

El accidente del Prestige supuso un enorme desastre. Nuestras costas se ensuciaron y hubo que limpiarlas, lo que requirió gran esfuerzo, pero no constituyó ninguna catástrofe: no hubo muertos ni heridos; nadie se arruinó; nadie quedó sin casa o sin barco, ni desasistido ante la interrupción de su normal actividad; ninguna infraestructura quedó destruida; y ningún recurso pesquero resultaría afectado (pasados tres años, ya se puede asegurar lo que machaconamente venían demostrando todos los estudios científicos).

Por supuesto, nada que ver con el tsunami asiático, ni con el Katrina o el Wilma. Pero no hay que irse tan lejos: el hundimiento del Carmelo, por culpa de las obras del metro en Barcelona o el terrible incendio de Guadalajara tuvieron consecuencias muchísimo peores y, sin necesidad de salir de Galicia, también es un hecho que los incendios forestales registrados durante el verano de este 2005 van a dejar una huella bastante más dañina que la del Prestige.

Conviene dejar esto muy claro, porque todavía hay quien trata de culpar al Prestige –perdón, a las administraciones que tuvieron que hacer frente al accidente– de todos los males, y lo que es peor, algunos intentan seguir sacando tajada económica, animados por el hecho de que quienes ahora están en el poder también perdieron su dignidad tratando de obtener réditos políticos de la desgracia.

Amparados en una Coordinadora de cofradías afectadas por el Prestige, que reúne únicamente a media docena de las cofradías gallegas, ciertos representantes de la pesca de bajura no cejan en su empeño de imputarle al accidente los descensos de capturas, incluso los de aquellas especies, como la almeja, a cuyos hábitats nunca llegó el fuel ni de lejos. Y ello cuando está archidemostrado, y todo el que sabe algo de pesca conoce, que los rendimientos cada vez más bajos que se obtienen en la actividad pesquera se deben a la sobreexplotación.

Estos representantes pesqueros, que lo son a su vez de Nunca Máis y los mismos que aparecen en cuanto reportaje se publica o emite para criticar la gestión del siniestro, difunden sus increíbles tesis, sin que nadie contradiga su descomunal falacia.

Puede comprenderse que el resto del sector calle, pues un desmentido implicaría cierta autoacusación, y además, a nadie le amarga la posibilidad de unos ingresos extras, pero, ¿y las administraciones? ¿Y los medios? ¿Y los propios científicos que realizaron los estudios?

Resulta difícil de entender que el Ministerio de Educación y Ciencia, del que depende el Instituto Español de Oceanografía –o el propio IEO– y la Consejería de Pesca de Galicia, permitan, sin pronunciar el más tímido pero, que unos señores contradigan urbi et orbe los informes científicos que tienen colgados en la Red.

También resulta chocante que los medios de comunicación, que deberían conocer este extremo, se limiten a transmitir lo que los representantes de esa Coordinadora dicen, sin aclarar siquiera su representatividad, pareciendo que hablan por todo el sector. Y tampoco se entiende muy bien cómo ninguno de los numerosos científicos que intervinieron en los estudios sobre la incidencia del fuel del Prestige en los recursos pesqueros se siente atropellado y sale a defender su profesionalidad.

El fuel del Prestige no mató ni un triste percebe. Al contrario, a la maltrecha pesca de bajura gallega le vino de perlas la parada en la actividad que supuso el siniestro. Pero son muchos años de sobrepesca en nuestras costas –un mal ya denunciado por el científico Buenaventura Andreu en los años cincuenta– para que los recursos se puedan recuperar.

Los representantes de la Coordinadora, en vez de seguir enredando con el Prestige y reclamar indemnizaciones por unos daños que nunca se produjeron, deberían asumir que no se puede faenar cuadruplicando o quintuplicando el número de artes autorizado; ni pescar en zonas prohibidas; ni usar sobrecopos ni redes con luz de malla inferiores a las establecidas; ni dejar calados día y noche los aparejos; ni pescar ejemplares de tamaños ilegales; ni especies en veda, etc., etc. Porque esas son las auténticas causas del descenso de capturas.

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