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Rafael Bardají y Óscar Elía

'La Generala'

La pregunta que debieran hacerse los militares es si la nueva ministra seguirá teniendo poder político o si le han dado una consolación ministerial.

La pregunta que debieran hacerse los militares es si la nueva ministra seguirá teniendo poder político o si le han dado una consolación ministerial.
La nueva ministra de Defensa | EFE

Nuestros amigos de Defensa ya le han puesto mote a la nueva ministra, la Generala, menos por que le otorguen tal mando y más por venir de la Secretaría General del partido, nos tememos. Las redes sociales estaban ayer que ardían con el nombramiento de María Dolores de Cospedal.

Pero tenemos que decir que, hasta donde sabemos, los militares están muy contentos. Siempre prefieren a un ministro con peso político ante que uno que sepa los entresijos del ministerio pero que no tenga influencia sobre el presidente del Gobierno o sus compañeros de Gabinete. Para el estamento militar –sobre todo en los puestos más altos–, un buen ministro de Defensa es aquel que les es útil como correa de transmisión de sus ambiciones. No un político que viene a revolverles el patio durante cuatro años. Y los ministros, que saben que dependen de su constituency, intentan contentar a los Ejércitos porque, al fin y al cabo, su futuro al frente de Defensa depende mucho de la tranquilidad de quienes tienen por debajo. Del "Que los militares no sean un problema" de la época de Narcís Serra (tal vez el único ministro con poder real) se ha pasado al "Que los militares no me den problema". Cuando no hay visión de política de defensa y además no hay dinero para la misma, el resultado es un languidecer institucional donde lo único que prima es la política de personal.

Ahora bien, nosotros no estamos tan convencidos de que nuestros militares tengan motivos reales para estar felices con este nombramiento. Dos ministros claramente políticos fueron José Bono y Carmen Chacón, y al final sus intereses personales –su agenda política– primaron sobre los intereses de la defensa. En el caso de María Dolores de Cospedal, hay que esperar. La interpretación al uso es que, siguiendo como secretaria general del PP, mantiene su cuota de poder, pero está por ver que lo siga siendo tras el congreso del partido. Aunque ha habido ministros, como Cascos, que retuvieron cartera ministerial y cargo en el partido, Defensa se ha considerado siempre uno de esos ministerios llamados "de Estado", es decir, no partidista. Cierto que eso no es del todo verdad, ya que cada partido propone unas directrices relativamente distintas, pero esto nada tiene que ver con mantener la esquizofrenia de hablar por España y su defensa y bregar en la arena del enfrentamiento partidista desde una Secretaría General. A nosotros nos parece insostenible, pero la Iglesia, desde luego, tiene sus doctores.

O sea, que la pregunta que debieran hacerse los militares es si la nueva ministra seguirá teniendo poder político dentro de su partido o si, por el contrario, le han dado una consolación ministerial que más bien es su cementerio. Como antes se empleaba para muchos el Parlamento Europeo, vaya.

A nosotros lo que nos gustaría, en cualquier caso, es que la nueva ministra se dedicara con todo su afán, que lo tiene y mucho, a mejorar nuestro aparato de defensa. Pero, a diferencia de muchos de nuestros amigos militares, no creemos que eso, en estos momentos de crisis, tenga que pasar necesariamente por más dinero ni por más compras de material. España nunca ha tenido una política de defensa –salvo quizá en algún momento pasajero–. Sí ha tenido política militar, esencialmente orientada a la política de personal. Sería muy bueno, incluso histórico, que algún responsable de verdad empezara a pensar de otra manera y pusiera el carro y los bueyes en su lugar apropiado. Si lo lograra, María Dolores de Cospedal pasaría a los anales de la Historia. Claro, que para eso tiene que querer. Querer e imponerse a su jefe, el presidente del Gobierno, quien preferirá no hacer nada a meterse en líos, y a sus subordinados, que preferirán también no revolucionar sus estructuras y seguir languideciendo.

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