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Regina Otaola

El tiempo pasa, los principios permanecen

Hoy 19 años después seguiría hablando con claridad y considero que seguiría defendiendo que los asesinos no pueden irse de rositas

Han pasado ya 19 años desde el asesinato de Gregorio Ordóñez, aunque parece que fue ayer cuando acabaron a tiros con uno de los hombres más valiente y decidido que haya conocido. Es un hecho, el tiempo pasa pero los principios y valores permanecen.

Gregorio defendió con su vida, la vida y libertad de los ciudadanos, fueran de donde fueran. Como bien recordó ayer la Presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre, sacó al partido de las catacumbas en las que se encontraba. Una ardua labor en aquellos momentos donde el asesinato, el chantaje y también el desprecio de los nacionalistas "demócratas" era lo que nos deparaba el día a día en esa tierra. Lo que parecía imposible se fue tornando realidad por el trabajo constante de un hombre lleno de fuerza y tesón, por supuesto con ayuda de sus colaboradores más cercanos.

Para salir de aquella negra situación se necesitaba un líder que tuviera claro que la vida y la libertad no son negociables, que el victimismo no lleva a ninguna parte excepto a ensimismarse mirándose uno el propio ombligo, que la esperanza de conseguir una sociedad realmente democrática conlleva trabajo, trabajo y más trabajo. Un trabajo que merece todo el esfuerzo porque va dirigido a las personas, no a entes abstractos. Lo dijo ayer su hermana, Consuelo, Presidenta de Covite, Gregorio escuchaba y se desvivía por todos y cada uno de los que necesitaban su ayuda. Además ese líder supo plantar la semilla de la ilusión para conseguir erradicar el terror. Ilusión que creció rápidamente en todos y cada uno de los militantes, simpatizantes del PP y de otros miles de ciudadanos. Por eso después de su asesinato hubo personas como María San Gil que cogieron el testigo y continuaron con su trabajo.

¿Cómo lo consiguió? Pues hablando claro, muy claro, sobre todos los temas, por supuesto, pero principalmente sobre el terror que los asesinos implantaban. Les cantó, frente a frente, las verdades del barquero, supo quitarles su careta de defensores del pueblo vasco al que, paradójicamente, iban eliminando tiro a tiro, bomba a bomba. Les ridiculizó y supo ponerles en su sitio. Su palabra clara y valiente llegó y de qué manera a los ciudadanos.

Hoy 19 años después seguiría hablando con claridad y considero que seguiría defendiendo que los asesinos no pueden irse de rositas por volver a ponerse esa careta de "pacifistas" de pacotilla. Ahora no matan pero no entregan las armas y, es más, quieren ser los protagonistas del futuro en el País Vasco. Los asesinos y sus compinches quieren darnos lecciones de democracia y preparan la hoja de ruta de un futuro cuyas características me ponen los pelos de punta. Les aconsejo que lean un libro del 2001 titulado " Contra la violencia. A propósito del nacional-socialismo alemán y del vasco" de José Varela Ortega. Lo leí entonces y no he podido olvidar sus magníficas equiparaciones y conclusiones.

Al igual que lo hizo Gregorio es necesario que sigamos denunciando lo que ahora quieren conseguir. Que tengamos claro que la vida y la libertad de las personas no se negocia.

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