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Regino García-Badell

Reflexiones ante la muerte de Maryam Mirzajaní

Repasar la historia de las Medallas Fields y de las Olimpiadas Matemáticas mueve a reflexionar una vez más sobre la situación de las ciencias en España.

Repasar la historia de las Medallas Fields y de las Olimpiadas Matemáticas mueve a reflexionar una vez más sobre la situación de las ciencias en España.
EFE

En los medios de comunicación españoles, las noticias sobre ciencia y sobre científicos son, desgraciadamente, más bien escasas. Por eso, casi me ha sorprendido la atención que se ha prestado a la muerte de la matemática iraní Maryam Mirzajaní. Puede que haya sido porque en este caso concurren una serie de circunstancias que resultan especialmente significativas.

Para empezar, el hecho de que ha muerto con sólo cuarenta años recién cumplidos y con una pequeña hija de seis, lo que siempre es un motivo de tristeza. Después, el de que en 2014 ganó la Medalla Fields, que es ese galardón que –desde 1936– otorga la Unión Matemática Internacional en sus congresos internacionales, que celebra cada cuatro años, para distinguir a los mejores matemáticos del mundo menores de cuarenta años.

Pocas personas saben qué es la Medalla Fields, que, para que lo entienda la gente, suele ser presentada como el Premio Nobel de las Matemáticas, aunque tiene bastantes diferencias con el galardón sueco. Primero, porque se da cuatro años, aunque pueden llegar a concedérsela a cuatro matemáticos cada vez. Desde 1936, cuando se dieron las primeras, hasta 2014, cuando se han dado las últimas, sólo ha habido 56 medallistas Fields. Además, el llamémosle jurado es toda la comunidad matemática internacional y no sólo la Academia sueca, como ocurre en los Nobel. También está la limitación de que los premiados tengan que ser menores de cuarenta años, una limitación basada en la experiencia de que todos los grandes descubrimientos matemáticos –o casi todos– han sido hechos por jóvenes. Y, por último, pero muy significativo, la cuantía monetaria de las Medallas Fields es de 15.000 dólares canadienses, lo que equivale a poco menos de 10.500 euros, mientras que cada premiado con el Nobel obtiene 8 millones de coronas suecas, que son unos 832.000 euros.

Pues bien, entre esos 56 genios de la Matemática sólo ha habido una mujer, la joven Mirzajaní que acaba de fallecer. Un dato que también debería hacer reflexionar acerca de las diferencias cerebrales entre hombres y mujeres, al menos a la hora de enfrentarse a las grandes cuestiones matemáticas.

Otra circunstancia que hace que a esta muerte le prestemos una atención que no suele ser habitual para una noticia científica es la nacionalidad de la matemática: era iraní. Es un hecho constatado que los países islámicos no destacan por el desarrollo de los estudios científicos, salvo, y es una excepción muy a tener en cuenta, Irán, que es un país islámico, desde luego, pero que no es árabe, y que hay que saber que es heredero de la nada despreciable tradición cultural persa. Ese desarrollo de la ciencia iraní también tiene que ver con la biografía de Mirzajaní, porque Irán es un país que cuida de manera especial el talento matemático de sus jóvenes. No hay más que ver las clasificaciones que la selección de ese país consigue en la Olimpiada Matemática Internacional, competición que desde 1959 se celebra todos los años entre chicos de enseñanza secundaria de todos los países del mundo para detectar a los más dotados. Irán ha llegado a ser el país mejor clasificado un año, 1998, por delante de grandes potencias como Estados Unidos, China, Japón, Corea o Rusia; y aunque en 2016 sólo obtuvo el 24º puesto, tradicionalmente ha quedado entre los primeros (España, en 2016, quedó en el puesto 49, y nunca en la historia un español ha obtenido una medalla de oro).

La genial matemática iraní, aunque se ha consagrado en Estados Unidos, donde ha muerto (en Stanford, en cuya universidad era profesora), se formó en Irán, lo que dice mucho del nivel de la ciencia en ese país, por otro lado tan preocupante desde el punto de vista político y geoestratégico. Representando a la selección de Irán ganó, con 17 y 18 años, en 1994 y 1995, antes de ir a la universidad, sendas medallas de oro en la Olimpiada Matemática, algo que está al alcance de muy pocos.

Repasar la historia de las Medallas Fields y de las Olimpiadas Matemáticas mueve a reflexionar una vez más sobre la situación de las ciencias en España, cuando la comparamos con la de países de nuestro entorno como Francia, que puede presumir de tener 15 ganadores de la Fields (el último, por cierto, Cédric Villani, que acaba de ser elegido diputado en la Asamblea Nacional en las listas de En Marche, el partido de Macron), o con países mucho menos desarrollados que el nuestro, como ese inquietante Irán que cuida con esmero las matemáticas de sus chicos y chicas, según acabamos de ver.

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