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Ricardo Medina Macías

La esquizofrenia gubernamental

Desde hace décadas el gobierno mexicano tiene un diseño esquizofrénico: un grupo de secretarías de Estado gastan para lograr algo, en tanto que otro grupo de secretarías gastan para evitar que eso mismo se logre. Si uno analiza con cuidado los programas y proyectos del gobierno encuentra una disociación funcional patológica y muy costosa para los contribuyentes.

El gobierno, desde el punto de sus mismos objetivos confesados, tiene dos grandes rostros contrapuestos. Aquí aparece como un gobierno modernizador –por ejemplo, invirtiendo en la inserción de México en el mundo en términos competitivos–, y en la dependencia de junto es un gobierno conservador, empeñado en mantener el estado de cosas a golpes de subsidios, con rendimientos alarmantemente decrecientes, y a contrapelo de las tendencias mundiales.

Un ejemplo de esta esquizofrenia son las tareas que en forma simultánea y con efectos en los mismos grupos de población ejercen la Secretaría de Desarrollo Social y la Secretaría de Agricultura. La primera ejecuta modernos programas de promoción de la prosperidad para combatir la pobreza (como el Progresa, hoy llamado “Contigo”) creando incentivos para que la población marginada salga de su marginación, mientras la segunda ejecuta programas de mantenimiento del secular estado de cosas, subsidiando actividades improductivas que tienen por efecto mantener a esa misma población en la marginación.

Ojo, no estamos hablando de personas o de que el secretario “Fulano” es “malo” y la secretaria “Perengana” es “buena”, sino de diseños y concepciones contrapuestas de lo que debe hacer el gobierno. ¿A quién le hacemos caso?, ¿a las señales de la Secretaría de Agricultura que mantiene multimillonarios subsidios al cultivo de maíz o de azúcar?, ¿o a las señales de la Sedesol que destina la mayor parte de su gasto a sacar del marasmo de actividades de nula rentabilidad a la población marginada?

Los médicos definen la esquizofrenia como una “disfunción específica de las funciones psíquicas”. En paralelo, podríamos definir esta esquizofrenia gubernamental, como la contraposición de funciones –programas y proyectos- de gobierno opuestas en un mismo organismo llamado “administración pública federal”. Esta esquizofrenia se manifiesta, incluso, en las “clientelas” o “beneficiarios” de la acción gubernamental. Hay varias secretarías de Estado cuyos “clientes” jamás son los consumidores o los contribuyentes o los ciudadanos concretos, sino las organizaciones de productores, de inversionistas o de intermediarios. ¿Ejemplos?, Agricultura, Economía, Comunicaciones y Transportes.

En contraste, hay otras cuya clientela definida son los ciudadanos concretos, a quienes tienen que defender en muchas ocasiones de “organizaciones” depredadoras. Ejemplos: Educación, Salud, Desarrollo Social y hasta Hacienda –cuando cumple, como hoy, su función de mantener la estabilidad macroeconómica en beneficio de los contribuyentes y consumidores y en perjuicio de los buscadores de rentas “organizados” en carteles y sindicatos.

Este problema no es de personalidades, sino sistémico. Mientras el gobierno mexicano no deseche la herencia corporativista, seguirá tirando el dinero de los contribuyentes. En una democracia debiera estar claro que la clientela no son las organizaciones y los carteles, sino los ciudadanos concretos.

© AIPE>

Ricardo Medina Macías es analista político mexicano.

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