Menú
Ricardo Medina Macías

Las lecciones políticas

Los acuerdos políticos para gobernar deben tener una sólida base institucional y racional. Cuando el “cemento” que une a políticos diversos es sólo coyuntural y cargado de vagas emociones presuntamente compartidas, el gobierno carece de credibilidad ante la sociedad y ante los mercados.

Domingo Cavallo perdió mucho tiempo, valiosísimo, haciendo “política” antes de llegar a la auténtica raíz de la crisis argentina: la inviabilidad del país sin un profundo ajuste fiscal de duras consecuencias políticas.

Uno tras otro, Cavallo se sacó trucos de la chistera: impuesto al cheque, elevación de aranceles, negociación con Brasil (el gigante del Mercosur), paridad dual e introducción del euro en la convertibilidad, promesas de reactivación...

Cuando la deuda externa argentina empezó a cotizarse arriba de los 1,600 puntos base y cuando Cavallo regresó de su enésima gira internacional con las manos vacías, llegó la hora de la verdad: sólo queda rascarse con las propias uñas y proponer el déficit-cero como única salida.

Eso significa golpear en donde duele a la clase política “aliancista” que, deshilvanada y todo, empujó a Fernando de la Rúa hasta la presidencia. Significa volver al punto de partida que le costó el puesto a Ricardo López Murphy, con la diferencia de que el efímero antecesor de Cavallo pecó de lo contrario: no perdió el tiempo con la política de consensos y alianzas –concesiones y disimulos– y se fue directo al corazón del problema económico: la inviabilidad fiscal de Argentina. Ya se sabe, le costó el puesto.

La paradoja es que ahora Cavallo ya “disfruta” de una situación económica alarmante, al borde del abismo, para tratar de persuadir a la clase política de que el recorte al gasto del gobierno nacional y de los gobiernos provinciales es inevitable. La lección es terrible: ¿Es imposible que los políticos tradicionales –enfrascados en las jugadas cotidianas del poder, con sus intrigas, sus presunciones, sus cálculos mezquinos– vean más allá de sus narices?, ¿se requiere una crisis mayúscula para que superen el síndrome de la intriga y la deshonestidad?

Ni eso, dirían los pesimistas. Los “radicales” (UCR) encabezados por el expresidente Raúl Alfonsín no ocultan su recelo hacia Cavallo y otorgan un apoyo tibio, vago, condicionado, al ajuste. Invocan la necesidad de que prevalezca la “equidad distributiva”. Traducción: que no toquen sus bastiones de poder, por ejemplo el gasto destinado a las universidades públicas, donde tiene su reducto el radicalismo.

Otros miembros de la Alianza, como el Frepaso, tampoco se sienten cómodos con un ministro de Economía –Cavallo– catalogado como partidario de los mercados libres, de la ortodoxia fiscal y la estabilidad monetaria. Por si fuese poco, un eventual “éxito” de Cavallo en esta terrible crisis lo convertiría, en automático, en “el” candidato ideal para suceder a De la Rúa en la presidencia. ¡Horror para las “sensibilidades” social burócratas!

Y esos son los grupos que llevaron a De la Rúa al poder. Ni hablar de las reticencias de los peronistas (se confiesen o no “menemistas”) que dicen, con no poca malicia, que están dispuestos a apoyar al presidente en esta hora crítica pero que, primero, desearían que los “aliancistas” –quienes llevaron a De la Rúa a la Presidencia– se pongan de acuerdo.

No es extraño que nadie –los mercados financieros, la propia sociedad argentina– le crea a Cavallo o a De la Rúa. Y sin confianza, ni el más genial, se llame Cavallo, Greenspan o Mandrake el mago, puede tener éxito.

Este es, al vuelo, el correlato “político” de la crisis argentina que ya empezó a perturbar en todos los mercados emergentes.

© AIPE

Ricardo Medina Macías, mexicano, es analista político.

En Libre Mercado

    0
    comentarios